Nos fuimos hasta la colonia de verano en bicicleta con
Tasha, las otras dos venían atrás con mami y Lucy, la perra. Al doblar la
esquina desembocamos a una calle transitada y la mamá le dijo a Tasha que
subiera a la vereda. Esta se cayó, al hacerlo, y se enojó.
Cuando llegó a mí tenía una gran trompa y furia en los
ojos Le pregunte que pasaba y me dijo que por culpa de la madre se había caído.
Le pregunté: ¿Por qué crees que te lo dijo? (autos)
entonces, ¿cual fue la intención de tu mama?
Seguí hasta que entendió que era protección y le volví a
preguntar: ¿Que dijimos esta mañana que era amar? (recordó: cuidar del otro) y ¿cómo
respondes a ese amor? ¿con falta de respeto? ¿con mal-humor?
-Pero me dolió -dijo- me caí.
-¿Qué hubiera pasado si te caías en la calle y venía un
auto? cuando alguien te protege deberías agradecerlo y si te caes es por tu
resistencia a obedecer.
Le conté entonces algo que me pasó: mi padre me llevo a
pescar cuando tenía su edad. En algún momento me clave el anzuelo. En mi irritación
intenté sacármelo y me dolió horrible.
Mi papa me freno diciéndome que el anzuelo está hecho
para no retroceder una vez que se clava y que debería sacarlo sin resistir.
Acto seguido lo paso más aun, corto la parte de atrás con una tenaza y en solo
movimiento lo deslizo por mi piel en un segundo... dolió, pero no tanto como
hubiera dolido si lo atravesaba rasgando la piel, hacia atrás. Desde entonces aprendí,
paulatinamente, lo que los budistas llaman ir con la corriente, a aceptar sin
tener actitud negativa.
El dolor es inevitable, el sufrimiento lo creamos
nosotros.
Cuando la mama llegó a donde estábamos, Tasha le sonrió y
la madre le dio un beso: -¿te dolió?
-Ya pasó- dijo Tasha.
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