No puedo –y no quiero- imaginar el horror de estar en un
tren, que corre como bólido y, de pronto: se estremece, salta por los aires, se
desbanda sin control, se incendia y gira cual torbellino con un estruendoso
bramido como desde el infierno...
Una pesadilla no podría ser más tremenda.
Mi solidaridad espontanea me traslada y no dejo ver esos
hierros retorcidos, escuchar gritos y lamentos... tremenda ventana la de un
tren... por hoy es la única ventana que imagino.
Con todo la luz hacia los familiares y las almas
sorprendidas por el paso -en forma tan brutal- a otro estado.
(Imagen: edward-hooper-compartimento-de-tren-1938)
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