martes, 25 de agosto de 2015

Cierro las ventanas

Cierro las ventanas por hoy, se cierra el día sobre la luna de tu cama donde me abrazas abrasándome en un sueño sin cordura y sin brazos pero con brasas….
Cierro las ventanas y la luna sonríe a mis mejillas tibias, enrojecidas por tu recuerdo.
imagen de la red
Entre tu cuerpo y el mío no hay ventanas que ventilen un amor sin final y sin principio.
Sobre la luna de tu cara te acaricio sin manos y no hay sensatez que nos cobije.

Cierro la ventana y abro el alma a la locura del amor.

lunes, 17 de agosto de 2015

VENTANA LIBRE

foto: Adriana Harts

Hay ventanas que traen un aroma a libertad. Esta, por ejemplo.
 Mi hija me la regala desde su lugar de vacaciones. Seguramente todos sienten libertad y despreocupación desde que miran por ella.
Los imagino, son tres familias, seis adultos con ocho hijos en total, de todas las edades, los más chicos correrán y los adultos los vigilaran, organizaran paseos y comidas, los hombres asando las mujeres con ensaladas. Disfrutando el sol y la piscina…
Y, entonces, recuerdo una especie de sueño vívido que parece llegado de mi pasado, de otra vida.
Sueño o recuerdo es una historia desde el bosque. Me veía como un patriarca de una gran familia. Teníamos los arboles como forma de trabajo. Todos tenían su puesto, desde cultivar, limpiar terreno, talar, aserrar, construir casas y muebles, vender madera, transportar… las mujeres tenían también lo suyo, mantener la limpieza, cocinar, plantar, cuidar animales, buscar los huevos, cosechar y lavar vegetales….
Era una vida sencilla y con pocos conflictos. Pero dentro de esa paz, mi liderazgo me daba algún que otro  contratiempo. Me vi, luego, como un hombre ya viejo, riendo con nietos y, mas tarde, enfermo mirando por una ventana muy parecida a ésta, que me envía mi hija.  
La familia me rodeaba al final de la jornada y hablábamos de lo que había pasado durante el día. Una de esas noches les dije que quería que conservaran la armonía entre ellos, que yo me iría por esa ventana para descansar. Los más chicos se miraron entre ellos queriendo no entender. Los adultos bajaron la cabeza para no expresar sentimiento alguno.

No sé qué hay de verdad hay en esas memorias ‘oníricas’, pero, al ver esa foto,  reviví aquella historia. real o no, como recuerdo de otro tiempo, donde había una ventana por la que daría un paso hacia la libertad.   

martes, 4 de agosto de 2015

VENTANA BORRACHITA

Hace varios años atrás y en New York, me asomé a la ventana de mi casa para ver si llegaban mis hijos desde el mercado, ya que estaban tardando más de la cuenta y la comida se enfriaba.
Además, unas voces extrañas me llamaron la atención.
Lo que vi al correr las cortinas me hizo olvidar del almuerzo: cuatro o cinco muchachos parecían seguir la fiesta del viernes aquel sábado al medio día. Eran jóvenes, cada uno sostenía una botella y tenían la mirada algo extraviada. Dos de ellos estaban mirándose frente a frente y, con voz gangosa, repetían que uno era más fuerte que el otro.
Cuando la repetición parecía no tener límite, uno le dijo al otro:
_ pégame aquí (señalando su mejilla) pégame! Veeerás…
_no! Que te vooooy a pegar….
Se tambaleaban un poco, tomaban un trago y volvían:
_ Vamos! pégame aquí pégame! Ya verás…
_no! Que te vooooy a pegar….
Los otros, sentados en los escalones que llevaban a casa de mi vecino, miraban y reían con expresión boba, besaban la botella y meneaban la cabeza.

Y se volvía a escuchar:
 _ pégame aquí pégame! Veeerás…
_no! Que te vooooy a pegar…
Mis hijos llegaron y se detuvieron a mirar.
De pronto el que no quería pegar, cerró su puño y lo estampó en la cara de quien lo provocaba, éste se tambaleó y, trastabillando, casi se cae sobre los observadores, uno de los que estaban sentados lo ayudó a incorporarse.
Balanceando los brazos tomó la botella caída y volvió a decir:
 _ ¡pégame aquí! ¡Pégame! Veeerás…
_ ¡pero si ya te pegué!

_ ¡Ahhh!  ¡Ta’ bien pues!