miércoles, 9 de mayo de 2018

Ventanas recicladas


Tomada en Kaiserslautern- 18
Es bueno darse cuenta que hay etapas que se terminan. Por ejemplo, la de buscar lo que no se encontró hasta una edad propicia. 
La de pretender tener razón y discutir a nivel de pusilánime. La de escribir ventanas o de ser madre.

Lo cual no significa que nunca más se volverá a repetir una o todas las acciones mencionadas. Sin embargo, ya no tendrán la frecuencia ni la energía anterior

No he sido de las que se esconden tras una ventana y deja pasar la vida. Es ahora que me calmo porque mi cuerpo pide basta. El tiempo de frenar llegó y las reflexiones ventaneras han sido un buen paisaje donde sentarme, o sobre las que apoyarme a pensar.

Mis ventanas serán liberadas al mundo mediante su agrupación en un libro y ¡caminarán juntas y libres!

Tomada en 2018
Mientras miro a mis hijos creo que pasa algo semejante: maduraron, se reprodujeron y se juntan para pasear, hacer planes, volar… y mis nietos van en camino de hacer lo mismo.

Se me ocurre esto llegando a casa de mi hijo, en Alemania. Es una casa que está en un edificio viejo y reciclado por dentro. Así me siento. Mi edad física es una, interiormente me fortalezco a diario con lecturas o escribiendo, jugando con niños o mirando el sol, cultivando flores, amando intensamente.

jueves, 3 de mayo de 2018

Ventana invisible (Tula)


Me alegré cuando Paula dijo que iríamos a visitar las Pirámides de Tula.


Desde la entrada hasta las pirámides hay un camino largo de tierra, con cactus variados y pequeños comercios. Luego empiezan las antiguas construcciones: cancha de deporte, mercado, pirámides, losas grabadas.

Colosal, majestuoso el paisaje, si bien no están las construcciones enteras me puedo imaginar lo suntuoso de aquella ciudad y lo animado de sus ferias, sus mercados y rituales.

Allí llegaba una multitud en tiempos de peregrinación, desde todos lados y pertenecientes a diversas tribus. Era un lugar místico y comercial a la vez. Un punto de encuentro previo para llegar a la gran Pirámide. Un lugar energizante.

Se pueden apreciar grabados muy interesantes y reveladores, hablan de dioses, animales y planetas.

Al enfrentar la escalera entendí que era posible mas no fácil, debía usar mi entusiasmo y determinación para alcanzar mi meta: Los Gigantes de Tula en la cima de la Pirámide del Sol.

 Subir esos escalones empinados requirió de todo mi arrojo, una vez arriba sentí la energía del cosmos llegando a mi ser y duplicándola.

Hay una ventana invisible en los ojos de los Gigantes de Tula, una
ventana de aire que nos traslada a tiempos de Dioses venidos en pájaros metálicos o en nubes estruendosas, de mágicos conjuros y serpientes emplumadas, tiempos donde empezó a escribirse la historia y el hombre se hizo hombre cumpliendo leyes, surcando huellas para sembrar maíz y comenzar trueques en los mercados.

No dudo de la sensación mágica que tendrían allí los toltecas y del esplendor de sus ritos en ese escenario. No hay mejor emplazamiento para esos Gigantes de piedra...

Frente a esas moles, una se siente ínfima y, a la vez, conectada al poder de los cielos, aunque no sepa a ciencia cierta qué es eso.

Tampoco es fácil bajar, de hecho, un joven rodó por las escaleras. La ambulancia tuvo que auxiliarlo.

Muchos tenían miedo en el camino del descenso, vértigo... incluso pánico.  Hice uso de mi concentración, debí aferrarme al borde y descender un escalón a la vez, sin mirar abajo ni a los lados.
Fue tanto lo vivido allí, unido al calor, que comencé a marearme y debí descansar, por suerte un árbol daba fresco y me pude recostar al amparo de sus ramas y follaje a esperar que Paty trajera agua, me hacía mucha falta.

Muy pintorescos los puestos de venta con artículos regionales, comidas y refrescos en el camino desde la entrada hasta el enclave.   Encontré una punta de flecha para felicidad de las niñas.

Terminé cansadísima y pletórica.
Inolvidable excursión al pasado.

Mónica Ivulich DR2018Fr

Ventanilla de avión


  Después de tantos vuelos ya no existe, o es mínima, aquella excitación de hace tiempo atrás.
Viajar, volar, ha sido mi único lujo y lo disfruto.

  Si es de noche, me asomo por la ventanilla a ver que las luces están más agrupadas aquí y allá.  

  Suavemente el piloto hace una maniobra y las alas quedan una arriba y la otra abajo, así puedo ver el panorama en toda su amplitud.

  Parece una vidriera de navidad. Presumo que en los lugares con más luces hay más gente, por lógica cartesiana que puede ser errada, el estómago de algunos se resiente y a mí me divierte el meneo.
  
  De golpe la superficie iluminada se agranda y son luces sobre luces, líneas de otro color puentes, carreteras que unen pueblos, carreteras que cortan ciudades... es muy noche y no hay luna, pero estoy segura que ya mi objetivo está bajo mis nalgas y la excitación, mágicamente, vuelve a mí.


Mónica Ivulich, DR2018Fr