miércoles, 22 de febrero de 2017

Ventanita de Sintra

En mi paseo por Portugal he mirado por muchas ventanas. En algunas me detenía y, a través de ellas, veía el paisaje: bosques, ríos, etc.

Otras veces me quedaba enamorada de alguna ventana por sus molduras, su belleza, por lo que trascendían, por lo que habían experimentado a través de los tiempos.

Con algunas podía meditar o compartir algún sentimiento. En oportunidades creí que me hablaban o, simplemente, transmitían algo para quien quisiera o pudiera captarlo.

En esta ventana en particular me detuve unos minutos. Fue en Sintra y casi la omito cuando el reflejo de su cristal me dio en los ojos. Decidí descansar cerca y dejar que su energía me hablara.

Es una ventana pequeña, como un ventanuco, casi todos la pasan por alto. Pero, en su simpleza tiene una hermosura singular. Es como una doncella de cuentos: tímida, cándida, que se ruborizaría si pudiera.

Como dije, me detuve y la encaré. En seguida me simpatizó. Y me trajo mensajes de amor. No era amor romántico, no.  Por su tamaño no podría ser partícipe de amores como lo fue el balcón de Verona, ni la ventana de Coímbra (anterior a esta).
Tomada en Sintra, Portugal 2017 D.R.

Esta ventanita tenía otra idea: dar amor a los que pasaban por allí, aunque no la vieran. Era un amor muy blanco, incondicional.

Y pensar en este tipo de amor me abrió el pecho de manera singular. Ese amor que no persigue efectos ni resultados, donde lo más importante es hacer el bien al otro sin importar quién o cómo es, no amor ciego sino todo lo contrario: es bien intencionado y sin caducidad… No podrá evitar los dolores de crecimiento, mas estará ahí para acompañar y, si es necesario, sufrir juntos. Es el amor que acepta y dónde lo más importante es el amor.


Le agradecí a la ventanita sintrence que me inspirara estos pensamientos y seguí mi camino con buen ánimo, casi flotando. Creo que había algunos duendes sonriéndome, pero aún tenía mucho que caminar y continué por el sendero Quinta de Regalaidera. 

Mónica Ivulich
DR2017Fr.


lunes, 20 de febrero de 2017

Ventana pasional

Los viajes también traen ventanas que sirven para reflexionar sobre lo vivido, sobre como reaccionamos y por qué, por ej.:
He comprendido que hay una gran diferencia -aunque a veces se confunda- entre ser intensa y ser pasional.

Por mi forma de sentir, por lo vivido en la infancia fui muy racional gran parte de mi vida, entonces, me di cuenta que “la razón” fue una manera de protegerme sobre lo que era indescifrable para mi mente infantil. Aún hoy, cuando algo me asalta sorpresivamente afectando la “seguridad” de mi ser, me defiendo discutiendo lo obvio. Me enerva que alguien se empeñe en aseverar lo absurdo, cuando no debiera afectarme.
He de luchar más por no sentirme vulnerable ante lo que me parezca una sin-razón.
Coimbra, Portugal
(Quinta de las lágrimas)

Y vuelvo a mi primer concepto: soy intensa y, solo a veces, pasional. Ser intensa significa sentir profundamente mas no entregar la inteligencia. La persona pasional pierde la razón y la persona racional pierde la pasión, tal vez el amor.

Que esto se haya hecho claro es muy importante para entender-me.

He mirado por una ventana particular, aquella donde (Portugal 1326) Don Pedro y doña Inés se encontraban a compartir su eterno amor y que viera como asesinaban a la amada en ausencia de Pedro, el Cruel, quien recibió este nombre años después del homicidio de su pareja y debido a la venganza que ejerció sobre los asesinos.
Allí encontré esos sentimientos y pude analizarlos a través de mi filtro. A veces las ventanas, nos hablan de manera particular y profunda. 
                              
                                Mónica Ivulich 
                            DR-2017 (Portugal)


Por si les interesa la historia dejo un enlace y, claro, pueden encontrar otros. http://www.centerofportugal.com/es/la-leyenda-de-pedro-e-ines/