miércoles, 29 de octubre de 2014

Ventana del Terror

Imagen de la red

Ha llegado la fecha en que –en varios países- se celebra el terror. Muchos ven en Halloween o en el ‘Día de los muertos’  festejos sin sentido, o los repudian como negativos. Sin embargo, y más allá de la tradición propia de estas fechas, hay un significado agregado que es rescatable, aun  para los que no nacimos en lugares donde esto es lo acostumbrado:

En estas fiestas el miedo se maneja de forma familiar y agradable, los niños pueden convivir con fantasmas y monstruos sin asustarse y hasta divirtiéndose.

Es que el miedo es parte de nuestra forma de ser y nos permite sobrevivir. No es menester ni apropiado negarlo ni evitarlo. Es mejor entenderlo y ponerlo en su lugar…

El miedo tiene su parte positiva cuando nos alerta de peligros existentes… claro que si esas alarmas persisten cuando no hay causa alguna para ello, es como una sirena sonando sin cesar y sin motivo… molesta, perturba, hasta duele, impide hacer lo básico y necesario.

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Pero, ¿cómo nació el miedo?

Según los griegos, en su mitología, Deimos (el miedo) es hijo de Venus, diosa del amor, y de Marte, dios de la guerra. ¿Puede haber padres más opuestos?

¿Será por ello que el miedo se mueve continuamente de un extremo a otro?, se derrite al acercarse al amor, se agudiza con estímulos adversos.

Actualmente, nos movemos y progresamos en una sociedad basada en la  creatividad, una enemiga poderosa del miedo. Cuando creamos hay una actividad cerebral (sinapsis) que no se puede lograr en situaciones de miedo o terror pues las hormonas del miedo lo impiden.

 Los talleres de arte terapia se prestan para desarrollar mecanismos de defensa contra miedos inexplicables, como fobias y otros. Pero no es la única forma. Y hay situaciones en las que el entorno externo es tan agresivo, peligroso, que no existe la posibilidad de hacer arte o crear en absoluto.



Cuando se vive en una realidad permanente de miedo, con o sin razón, uno tiende a paralizarse. Los que hemos vivido en una dictadura, en guerra, en hogares con padres abusivos, agresivos, (por ejemplo) sabemos de esto y, muchas veces, esas situaciones se nos han quedado impresas en el inconsciente y forma parte de nuestra personalidad.

¿Cómo enfrentarnos, entonces, al mundo donde la agresión cotidiana se ve como algo ‘normal’?



Superar los riesgos y zanjear miedos es posible si hay un motivo transcendental. Conquistar el miedo requiere valentía y un ‘por qué’ estimulante, esa meta ulterior  firme y poderosa, al punto de definirnos y de hacernos saber quiénes somos.

Es necesario buscar el camino personal donde la victoria sobre uno mismo es posible, usando los recursos como medios para llegar a esta meta y no como pretextos para seguir en la misma condición, transformando ayudas en dependencia.
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Saber quiénes somos ‘realmente’ es un paso importante… mientras ignoremos nuestra espiritualidad y nos fiemos solo de lo tangible, seguiremos en una nebulosa ambigua, indefinible… mas zona de confort al fin y, aunque no sea cómoda, es conocida.

Ese paso debe ser nuestro, porque solo nosotros podemos cambiar la visión del ser interno y el ‘cómo ser en el mundo’ más tarde.

Identificar nuestros miedos por su nombre es una buena medida, luego le podemos poner otros nombres ridículos como Drácula o La Momia, etc., o no.

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Festejemos esos mamarrachos con risas, amor y palomitas… de ser posible, con creatividad, poco a poco irán desalojando la sala de nuestra mente o compartirán algún tiempo con nosotros cuando sea necesario.  Y ya no nos interrumpirán en momentos inoportunos pues no se lo permitiremos.

La ventana del terror es burlesca si la usamos con inteligencia, ¡que disfruten espeluznantemente!!  
2014, BARNA

martes, 14 de octubre de 2014

Ventanas de Madrid

Foto propia, 2014

Mi historia con Madrid data de hace unos doce o trece años. No sé qué le debía yo a esa ciudad, pues desde que fui la primera vez, me lo ha hecho pagar en cuotas y con mala onda. Fui siempre de paso, por dos o tres días.  Y en las cinco o seis veces que llegué a Madrid, algo pasó: me trataron mal, me cobraron de más, me pasé de estación en el metro, nos perdimos en una circunvalación que parece un túnel al más allá, llovió sin parar, trataron de robarme en la carretera, paro aquí….
Esta vez debía llegar para la presentación de mi libro junto con el de Isabel, una amiga y escritora madrileña… encontrarme con ella y con amigas que hace tiempo no veo, era mi ilusión… por otro lado: el temor.
¿Será posible que una mujer adulta, como yo, piense que una ciudad la rechaza? Bueno, confieso: eso tenía en mi mente traviesa. Por otro lado, sabía que no debía atraer nada negativo, mi mente madura así lo pedía a gritos: “¡Disfruta! ¡Es una ciudad bella! ¡Olvídate del pasado!” Además, Isabel y Chesca estarían conmigo todo el tiempo, ellas me guiarían por la ciudad de los reyes, sin contar con Puri, Silvana, Miguel, Maite, etc.
Pues bien, armada de amistad, amor incondicional y alegría me fui a conquistar Madrid y… ¡Qué hermosa ciudad! El sol brilló todo el tiempo y mi apart-hotel tenía un gran balcón donde disfrutar magníficas vistas, en los momentos en que no debía caminar, o gozar la luna brillante y nítida de cada noche madrileña.
 Además, un pequeño restaurant nos abrió los brazos desde que llegamos y su dueño resultó un señor, muy simpático, que vivió en Argentina por unos veinticinco años y nos hizo sándwiches de miga (vegetarianos para mí) al estilo argentino.
Mis amigas cumplieron paseándome por los parques y lugares de renombre en la capital española. Señorío y belleza se unen para recrearse sin parar. ¡Y las ventanas! Ohhh ¡qué ventanas!... esta vez Madrid me trató realmente como mi Madre Patria y me miró con ternura por sus ¡bellísimas ventanas!
Ah, también se celebró la presentación de mi libro y el de Isabel y fue buenísimo… pero la mirada de esas ventanas… ¡ay! es que conquistaron mi corazón… ¡olé!