viernes, 28 de julio de 2017

VENTANAS PARISINAS

de la red
  Y, como cada tanto, debí ir al Consulado Argentino, en París. Es un gusto hacer un trámite allí por la atención esmerada y eficiente que brindan; por las exposiciones artísticas que tienen lugar en la planta baja del bello edificio donde funciona el Consulado. También porque soy una enamorada de París desde hace más de tres décadas y, aunque vivo a media hora, no lo visito siempre.
foto propia



   Claro que el París que conocí hace 35 años ha 
¡cambiado en algunos aspectos, como han cambiado muchas ciudades: ruidos, polución, gentío, sirenas, pobreza...

   Pero París bien vale el stress.

  Sus paseos, jardines, rejas, portales… toda su arquitectura, habla de una época señorial y elegante. Sus ventanas y balcones reflejan el buen gusto de un pasado donde había más tiempo de asomarse a curiosear apoyados en el pretil de un ventanal o balcón.

  Adivino que, entre ellas, las ventanas, se comentan viejas historias del tiempo con peluca. Si me concentro un poco puedo ver, a través de las épocas: los carruajes, los vestidos con miriñaques, los niños corriendo tras grandes aros y a las niñas mirando todo por las ventanas, esperando que les den la mano para ir a jugar.

foto propia
  Cuánta fantasía me despierta pasar por Molin Rouge, por cafecitos bohemios o sobre los puentes cruzando el Sena tarareando una canción de la Piaf.

  Escucho a Edith Piaf desde mi juventud y siempre, con distintas edades, en diferentes ciudades, me ha provocado sentimientos similares, ahora, cuando mi oído se va acostumbrando a su idioma, disfruto aún más…  Es que sus canciones son París.


  Voy mirando por las ventanillas del bus y las ventanas parisinas de los edificios parecen sonreír complacidas, con aire de saberse admiradas de ser nobles de haber visto ¡tanto! 

  Ventanas del mágico París…     
                                                         Mónica Ivulich
                                                         dr2017 Fr
foto propia (cafe)
foto propia (Arco del Triunfo
desde ventanilla de bus)

foto propia (En el Consulado)

domingo, 9 de julio de 2017

VENTANA AUSTRAL

Y a tu prima se viene a la memoria que te gustan las ventanas y ¡Zas! Te llega a tu correo esa ventana que viene con memoria propia…

Mis primas, varias de ellas, eran adolescentes cuando yo estaba sacando mis primeros dientes y cuando fui adolescente, algunas de sus hijas o hijos recién sacaban los suyos.
Foto A M Bidart

Eso se debió a que mis dos padres (¡Oh casualidad!) fueron los menores de 8 hermanos por lo que sus sobrinas mayores eran casi de su edad y como casi todos mis tíos tenían más de un hijo, hay de todas edades y colores…

Así que esta ventana me recuerda varias cosas. La primera: mis queridas primas con las que tuve segundas madres para pasearme, enseñarme y darme gustos, hermanas para jugar, hermanos para ser cautiva de indios y salvada por cow-boys, etc.

La segunda: Bariloche (desde donde Ana me envía esta ventana) donde llegué -por la primera vez- viajando sin mis padres. Creo que fue esta experiencia la que dejó marcada mi resolución de viajar, porque viajar te da experiencias, libertad y nuevos conocimientos.

Una de las experiencias más bellas fue pasear en silla carril hacia la cima del Monte Otto… se pararon las sillas en mitad de camino y quedamos pendiendo de esos cables… Recuerdo esa sensación relajante del aire frío invadiendo mis pulmones, allá, muy abajo, las huellas de un zorro sobre la nieve, el reflejo del sol en la cumbre del cerro… y el silencio… Un silencio que fue entrando en mi ser, que desterró toda conciencia física y me hizo flotar sobre el paisaje blanco, sentirme un ave, planear a lo largo y ancho de la cordillera…

También recuerdo el chocolate tan rico… especialmente el de Villa La Angostura, que además tenía unos árboles que albergan un moho fluorescente y da al bosque un aspecto fantasmagórico al atardecer.


Gracias prima por estos recuerdos que despertaron en tu ventana austral.