domingo, 9 de julio de 2017

VENTANA AUSTRAL

Y a tu prima se viene a la memoria que te gustan las ventanas y ¡Zas! Te llega a tu correo esa ventana que viene con memoria propia…

Mis primas, varias de ellas, eran adolescentes cuando yo estaba sacando mis primeros dientes y cuando fui adolescente, algunas de sus hijas o hijos recién sacaban los suyos.
Foto A M Bidart

Eso se debió a que mis dos padres (¡Oh casualidad!) fueron los menores de 8 hermanos por lo que sus sobrinas mayores eran casi de su edad y como casi todos mis tíos tenían más de un hijo, hay de todas edades y colores…

Así que esta ventana me recuerda varias cosas. La primera: mis queridas primas con las que tuve segundas madres para pasearme, enseñarme y darme gustos, hermanas para jugar, hermanos para ser cautiva de indios y salvada por cow-boys, etc.

La segunda: Bariloche (desde donde Ana me envía esta ventana) donde llegué -por la primera vez- viajando sin mis padres. Creo que fue esta experiencia la que dejó marcada mi resolución de viajar, porque viajar te da experiencias, libertad y nuevos conocimientos.

Una de las experiencias más bellas fue pasear en silla carril hacia la cima del Monte Otto… se pararon las sillas en mitad de camino y quedamos pendiendo de esos cables… Recuerdo esa sensación relajante del aire frío invadiendo mis pulmones, allá, muy abajo, las huellas de un zorro sobre la nieve, el reflejo del sol en la cumbre del cerro… y el silencio… Un silencio que fue entrando en mi ser, que desterró toda conciencia física y me hizo flotar sobre el paisaje blanco, sentirme un ave, planear a lo largo y ancho de la cordillera…

También recuerdo el chocolate tan rico… especialmente el de Villa La Angostura, que además tenía unos árboles que albergan un moho fluorescente y da al bosque un aspecto fantasmagórico al atardecer.


Gracias prima por estos recuerdos que despertaron en tu ventana austral.

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