martes, 4 de agosto de 2015

VENTANA BORRACHITA

Hace varios años atrás y en New York, me asomé a la ventana de mi casa para ver si llegaban mis hijos desde el mercado, ya que estaban tardando más de la cuenta y la comida se enfriaba.
Además, unas voces extrañas me llamaron la atención.
Lo que vi al correr las cortinas me hizo olvidar del almuerzo: cuatro o cinco muchachos parecían seguir la fiesta del viernes aquel sábado al medio día. Eran jóvenes, cada uno sostenía una botella y tenían la mirada algo extraviada. Dos de ellos estaban mirándose frente a frente y, con voz gangosa, repetían que uno era más fuerte que el otro.
Cuando la repetición parecía no tener límite, uno le dijo al otro:
_ pégame aquí (señalando su mejilla) pégame! Veeerás…
_no! Que te vooooy a pegar….
Se tambaleaban un poco, tomaban un trago y volvían:
_ Vamos! pégame aquí pégame! Ya verás…
_no! Que te vooooy a pegar….
Los otros, sentados en los escalones que llevaban a casa de mi vecino, miraban y reían con expresión boba, besaban la botella y meneaban la cabeza.

Y se volvía a escuchar:
 _ pégame aquí pégame! Veeerás…
_no! Que te vooooy a pegar…
Mis hijos llegaron y se detuvieron a mirar.
De pronto el que no quería pegar, cerró su puño y lo estampó en la cara de quien lo provocaba, éste se tambaleó y, trastabillando, casi se cae sobre los observadores, uno de los que estaban sentados lo ayudó a incorporarse.
Balanceando los brazos tomó la botella caída y volvió a decir:
 _ ¡pégame aquí! ¡Pégame! Veeerás…
_ ¡pero si ya te pegué!

_ ¡Ahhh!  ¡Ta’ bien pues!

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