Comenzó con un
agradable viento, muy bueno para mitigar el calor de estos días. Ya había
habido una típica tormenta de verano en la mañana, refrescó por unas horas y a
la tarde volvió a arder el termómetro... Aunque estaba concentrada en mis
escritos, el frio y el batir de persianas me puso en alerta.
Mis nietos asomados a la gran ventana que da
al jardín estaban muy divertidos y excitados mirando los arbustos menearse con ímpetu.
Tuvimos que cerrar todo, porque las puertas comenzaron a golpearse con
estruendo.
Me volví a sentar frente a la pantalla, pero
en contados minutos, las persianas se sacudían con tal fuerza que parecía que
la tormenta las iba a arrancar. Luego el ulular del viento arremolinándose. Los
chicos algo asustados se alejaron del ventanal...
Por un momento me acordé a las historias de
casas embrujadas y me divirtió la comparación.
Pensé en lo frágiles
que son nuestros cuerpos y cuanta costumbre llevan de estar tensados en
situaciones como éstas, aunque no le haga falta...
En contraposición, la
mente es mucho más fuerte. Puede colocarse en el centro, en el ojo de la
tormenta y experimentar la paz que hay allí.
Esto es así no solo
para las tormentas climáticas, también cuando llegan visitas desagradables,
llámense suegras, cobradores u otros indeseables, llámense infamias, noticias
dolorosas, difamaciones...
No, no soluciona rápidamente ninguna
situación, pero calma la mente y permite pensar con tranquilidad.
Y lo podemos usar también cuando llegan las
adulaciones, las rachas de suerte y toda clase de suerte que llamamos 'buena'
pero nos termina atando a condicionamientos no deseables.
Por mi ventana se ven pasar nubes obscurecidas
y otras más blancas, el viento mermó ostensiblemente... la calma está dentro y
fuera, fue un día bueno y mañana será mejor. La tormenta habrá limpiado la atmósfera.
¡BUENAS NOCHES!!
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