miércoles, 4 de diciembre de 2013

Mi ventana pregunta



La tarde cae en grises admonitorios, mi dolor de espalda y otros que no tienen lugar me convierten en un ser crepuscular…
Mi ventana se llena de otoño y de saudades sin nombre… es la ventana quien me pregunta por mi sonrisa y, entonces,
 la esbozo con cariño, con pausa, con ganas… sin otra cosa.
Le pregunto por el sol, por las flores, por los pájaros… El silencio es la respuesta.
Hay silencios y silencios.
Me sumerjo en el que es necesario para llegar hasta mi misma, y allí me hago un ovillo otoñal donde los tonos dorados me sientan bien.
Me escabullo entre las sonrisas de las niñas y el ronronear de mi gata… estiro la mano a mi almohada y ella me recibe con secretos que tejió en la noche y destejió en el día.
Es hora de dar la espalda al día, la noche va deslizándose en el frio de las nubes húmedas, perezosas, deslucidas y llega cual magma rotundo de una negación al entusiasmo.
Un ‘buenas noches’ anticipado se cae de un reflejo de luz apenas rosada que iluminó un rayo de sol en su último estertor. Hoy es un día entre otros días otoñales donde mi humor está acercándose a su cueva de oso a reposar en paz.

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