lunes, 16 de diciembre de 2013

Ventana transmisora




Ayer fue un día pleno de alegría, el sol nos llegó por tercera vez en la semana dándonos ganas de vivir. Nada que hacer en un domingo sin programas, así que nos fuimos a comer al bufet japonés que las nenas aman, eso nos dio la idea de que le daremos almuerzo tipo bufet libre cada día.
Luego fuimos al mall, mi hija consiguió su regalo, mi nieta el suyo: los aros, previo pinchazo que soportó estoicamente sin chistar, como se ve en la foto publicada. Ella por la moda hace todo. En cambio su gemela prefirió otro regalo menos sacrificado.
Luego tuvieron la aventura en un parque de los que trepan y tienen diferentes obstáculos.
En la casa todos estamos de un poquito resfriado a bastante resfriados y con remedios, pensamos con mi hija que un buen guiso de lentejas levantaría el ánimo de los más enfermos. Ella hizo la parte de carne y Zarah de 5 años, me ayudo con los vegetales. Se lavó las manitos regordetas y empezó a pelar y agregar verdura en la olla junto conmigo.

Me di cuenta cómo ha evolucionado, no tiene ya miedo de quemarse y revuelve muy segura -bajo mi tutela- el guiso multicolor.
La cocina tiene ese sortilegio de unir generaciones, mezclar olores y sabores, medir el crecimiento de las niñas y da la oportunidad de un aprendizaje que se transmite, aun, boca a boca en varios sentidos.
Contabilizamos cuatro días de sol seguidos, una maravilla, nos hace sentir más vitales y alegres.
La cena resultó un éxito de caras sonrientes al escuchar a Zarah: "espero que les guste lo que les cocine... bueno, con Abu.."

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