Ayer fue un día pleno de alegría, el sol nos llegó por tercera vez en la semana dándonos ganas de vivir. Nada que hacer en un domingo sin programas, así que nos fuimos a comer al bufet japonés que las nenas aman, eso nos dio la idea de que le daremos almuerzo tipo bufet libre cada día.
Luego
fuimos al mall, mi hija consiguió su regalo, mi nieta el suyo: los aros, previo
pinchazo que soportó estoicamente sin chistar, como se ve en la foto publicada.
Ella por la moda hace todo. En cambio su gemela prefirió otro regalo menos
sacrificado.
Luego
tuvieron la aventura en un parque de los que trepan y tienen diferentes
obstáculos.
En
la casa todos estamos de un poquito resfriado a bastante resfriados y con
remedios, pensamos con mi hija que un buen guiso de lentejas levantaría el ánimo
de los más enfermos. Ella hizo la parte de carne y Zarah de 5 años, me ayudo
con los vegetales. Se lavó las manitos regordetas y empezó a pelar y agregar
verdura en la olla junto conmigo.
Me
di cuenta cómo ha evolucionado, no tiene ya miedo de quemarse y revuelve muy
segura -bajo mi tutela- el guiso multicolor.
La
cocina tiene ese sortilegio de unir generaciones, mezclar olores y sabores,
medir el crecimiento de las niñas y da la oportunidad de un aprendizaje que se
transmite, aun, boca a boca en varios sentidos.
Contabilizamos
cuatro días de sol seguidos, una maravilla, nos hace sentir más vitales y
alegres.
La
cena resultó un éxito de caras sonrientes al escuchar a Zarah: "espero que
les guste lo que les cocine... bueno, con Abu.."
No hay comentarios:
Publicar un comentario