El
sol salió después de las 9 am, un sol parejo y bonito. Tres días con sol es ya un
récord para estas latitudes. En invierno hay días más fríos y más soleados,
pero el otoño se viste de gris para resaltar el naranja de las hojas casi
doradas.
Así
que tome mi cámara y me fui al bosque.
Ni
bien salí y ya pasaban de las 11 am, me di cuenta que la escarcha se mantenía
sobre nuestra reja, arbustos, hamacas, y muebles de jardín. Así que me arme de
coraje y me encamine decidida...
El
bosque me esperaba con humedad, con fresco y variedad de espectáculos. En el
suelo había matas de hojas verdes y los arboles estaban casi desnudos en la
mayor parte, las ramas mas finas se veían marrón rojizo, las únicas hojitas
colgando tímidamente se balanceaban con la brisa. Daban pena. Se veían débiles.
Un
ruido me llamo la atención: un ciervo me miraba con recelo desde lejos.
Nuestros ojos se cruzaron por unos segundos. Luego bajo la cabeza y siguió
pastando, entonces quise sacarle la foto y al notar mi movimiento y el brillo
de la cámara... huyó.
Varios
pájaros piaron como alertándolo, o fue mi imaginación? tal vez piaron porque si
o porque no... o porque son pájaros.
Mi
nieta volvió del doctor con una medicina preventiva y una canción, acaba de
crear una canción, no la entiendo porque es en francés pero me hizo gracia. La
pequeña Zarah llegó de la escuela sobre patines tirados por la perra, las dos
contentas, quien más hace deporte es la perra...
Y la
tercera tiene actividad extraescolar, está feliz con las sandalias de noche que
le elegí y llegara a correr por la casa pues dicen que la hacen ser ligera.
Bueno, termine mis funciones, casi, por este año de LAIA y es hora de dedicarme
a la novela, pobre muchacha protagonista que tengo tan abandonada desde hace
meses... es que si a una la ponen a viajar no se puede negar... o ¿sí?
En
mi ventana las hojas del otoño dan otro color a mi vida... hay un asentamiento
de etapas. Quien lo entienda lo entiende, no sé explicarlo.
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