Texto y fotografía propios |
Hizo
calor en Sandrigo, el sol brilló desde un cielo que parecía turquesa de tan
azul, la mañana se desplegaba lenta en el sábado italiano, a las doce la
campana de la iglesia redoblo.
Entonces
mi hijo termino de arreglar mesas y sillas, puso antorchas, arreglo el asador,
y acomodo el carbón.
Los amigos
empezaron a llegar descargando bebidas, postres, ensaladas, mi nuera termino
los últimos arreglos de su aporte culinario y los niños salieron prestos a
correr y conocer nuevos amigos.
Se
turnaron para saltar en el nuevo trampolín y por momentos estaban todos juntos,
como diez niños de diferentes edades y hubo que rescatar al chiquitín que no sabía
cómo atajarse a los más grandes.
El
asador llegó con su señora y su nuevo heredero de seis días. Organizó la carne
que mi hijo le dio, los vegetales para asar prendió el fuego.
Poco
a poco me fui entendiendo con varios de ellos, era un grupo muy homogéneo en
cuanto su edad y cultura, muchos abogados, arquitectos, con hijos entre diez años
y bebes… Particularmente conversé con una actriz y directora de teatro, teníamos
intereses comunes.
Y llegó
el momento de servir, mi hijo se multiplico en atenciones, riéndose con todos y
atendiendo desde los más pequeños a los más adultos… Es la primera reunión que
organiza y lo vi manejarse en toda su capacidad, lo cual tiene muy escondida
porque es más bien retraído y le gusta la vida tranquila y en familia. Paseos,
pesca, jugar con los chicos, deportes… pero fiestas y asados nunca vi que
organizara, tal vez su pareja pero no él mismo.
Luego de la comida algunos quisieron bailar, se encendieron antorchas y velones y, para terminar, mi hijo montó un proyector y pasó una película en la pared blanca que convinó muy bien con el pock-corn (palomitas de maíz)..
Luego de la comida algunos quisieron bailar, se encendieron antorchas y velones y, para terminar, mi hijo montó un proyector y pasó una película en la pared blanca que convinó muy bien con el pock-corn (palomitas de maíz)..
Me
cansé y preferí retirarme. Pero, fue agradable saber que si mi hijo no fuera
tal y yo tuviera una edad cercana a la de él, me gustaría ser su amiga.
Desde
mi ventana de Italia empiezo a preparar maleta otra vez para volver a Francia,
mi hijo pone cara de topo Gigio, como alguna vez hizo su padre, su ternura es
la misma de aquel muchachito flequilludo que me hiciera reír hace treinta años
atrás...
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