lunes, 31 de marzo de 2014

Ventaneando en Italia



Texto y fotografía propios

Hizo calor en Sandrigo, el sol brilló desde un cielo que parecía turquesa de tan azul, la mañana se desplegaba lenta en el sábado italiano, a las doce la campana de la iglesia redoblo.

Entonces mi hijo termino de arreglar mesas y sillas, puso antorchas, arreglo el asador, y acomodo el carbón.

Los amigos empezaron a llegar descargando bebidas, postres, ensaladas, mi nuera termino los últimos arreglos de su aporte culinario y los niños salieron prestos a correr y conocer nuevos amigos. 

Se turnaron para saltar en el nuevo trampolín y por momentos estaban todos juntos, como diez niños de diferentes edades y hubo que rescatar al chiquitín que no sabía cómo atajarse a los más grandes.

El asador llegó con su señora y su nuevo heredero de seis días. Organizó la carne que mi hijo le dio, los vegetales para asar prendió el fuego.

Poco a poco me fui entendiendo con varios de ellos, era un grupo muy homogéneo en cuanto su edad y cultura, muchos abogados, arquitectos, con hijos entre diez años y bebes… Particularmente conversé con una actriz y directora de teatro, teníamos intereses comunes.

Y llegó el momento de servir, mi hijo se multiplico en atenciones, riéndose con todos y atendiendo desde los más pequeños a los más adultos… Es la primera reunión que organiza y lo vi manejarse en toda su capacidad, lo cual tiene muy escondida porque es más bien retraído y le gusta la vida tranquila y en familia. Paseos, pesca, jugar con los chicos, deportes… pero fiestas y asados nunca vi que organizara, tal vez su pareja pero no él mismo.
Luego de la comida algunos quisieron bailar, se encendieron antorchas y velones y, para terminar, mi hijo montó un proyector y pasó una película en la pared blanca que convinó muy bien con el pock-corn (palomitas de maíz)..

Me cansé y preferí retirarme. Pero, fue agradable saber que si mi hijo no fuera tal y yo tuviera una edad cercana a la de él, me gustaría ser su amiga.



Desde mi ventana de Italia empiezo a preparar maleta otra vez para volver a Francia, mi hijo pone cara de topo Gigio, como alguna vez hizo su padre, su ternura es la misma de aquel muchachito flequilludo que me hiciera reír hace treinta años atrás...

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