Hoy
llega la estación de las flores, nos trae el evangelio de los días con más sol,
una buena nueva esperada, ansiada, sobre todo después de un largo invierno.
Trae el anuncio feliz de nueva vida, esperanza de renacimiento y renacer de
esperanzas.
El
sol nos da pasión y alimento sin promesas y con entrega total.
El
Equinoccio nos hace entender que “somos uno” que, de aquí a los cielos, todos
cambiamos al mismo tiempo.
Es
el momento de comenzar lo que nos veníamos programando y preparando.
Es
como que estuvieran abriendo las compuertas o las portezuelas del rodeo. Hay expectación,
hay alegría retenida lista a salir. En breve todo cambiara. Lo viejo se dejará
de lado lo nuevo estará a la vista, al alcance si estiramos la mano y la intención.
Abro
la ventana con una inspiración nueva y con alegría enamorada del aire cálido,
como un aliento de vida nueva que me seduce y me agranda el alma. Y para
rematar el buen hálito mi hijo me agradece que invariablemente esté presente en
sus momentos importantes, es como que tengo siempre una roca de donde asirme. No
es que me necesite, pero sabe que en si mismo, me lleva donde vaya.
Mi hijo,
preparándose para ir a Bagdad, una zona sumamente peligrosa, sigue siendo para
mi el flaco de flequillo desordenado, aunque tenga canas ya y cuatro hijos.
Mi ventana
primaveral está llena de amor.
No hay comentarios:
Publicar un comentario