Es cierto que amo las ventanas… es que
ellas me dejan ver el mundo desde ángulos diferentes, me cambian la óptica de
mis propios ojos, al menos me la aumentan y mejoran.
Encuentro ventanas diferentes en los
viajes, por ellas encuentro partes de mi misma, puedo mirarme desde otra
perspectiva. Es cierto aquello tan trillado de que se conocen otras culturas,
otras formas de vivir, comer, etc.
También es verdad que, desde que creo que ‘Somos
Uno’, cuando conozco a alguien muy distinto física y culturalmente, también me
conozco yo en otros aspectos y matices.
Entiendo, entonces, que todo lo que rechazo
o no me gusta, es lo que me niego tener, es lo que no acepto y debería trabajar,
en mí.
Mirando por esta ventana vi el desierto, un
océano de arena que solo refleja aridez. En esta extensión de soledad también hay seres vivos… además de
escorpiones, insectos, víboras, dragoncitos, lagartijas de tamaño y color
variado… hay seres humanos que viven allí. Mujeres solas con sus hijos,
familias de nómades, comerciantes, traficantes, aventureros, criadores de
ganado y una variedad de personajes que es difícil imaginar desde este lado de la
ventana.
Solamente cuando una la atraviesa y comienza
a entender, es que estos protagonistas, de un mundo tan disímil, se hacen corpóreos.
Pero entender significa aprender, aprehender y, por lo tanto, se hace propio,
entra en nuestro espectro de vivencias y se hace parte de nuestras vidas. Es que ¿no
lo fue siempre?
Yo creo que sí, todo aquello que
comprendemos es porque ya tenemos un código incorporado para hacerlo. Por eso
es que digo que cuando viajo voy recogiendo partes de mi ser.
Este desierto me trajo un entendimiento más
amplio de mí y, a una solitaria empedernida como yo, le dio la capacidad de
compartir en forma diferente. Por razones más allá de mi alcance llegue allí a
dejar miedos atávicos, a encontrar un sol que ilumina sin tregua, a
encontrar una paz en otra sintonía, una solidaridad en otra dimensión y la
ternura de ojos tan infantiles como ancestrales, tan inocentes como sabios.
Tomada en Marruecos, 2014 |
Es una ventana particular, me desnuda y me
envuelve en su arena, me descubre y me regala una plenitud difícil de explicar,
me encandila y me trae las miradas de quienes amo.
Es una ventana que tiene
vida, que siente, que habla con distintos matices de voz y cambia según la mire
y quien la mire. Una ventana que amo y a través de la cual me puedo ver sin
temor a reflejarme como y quien soy.
Soy parte de esa ventana, tan simple como
grandiosa, y de ese inmenso paisaje. Soy un grano de arena en este vasto mundo
que nos toca vivir y que elijo amar con la intensidad de que soy capaz.
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