domingo, 1 de junio de 2014

Ventana al desierto



Es cierto que amo las ventanas… es que ellas me dejan ver el mundo desde ángulos diferentes, me cambian la óptica de mis propios ojos, al menos me la aumentan y mejoran.

Encuentro ventanas diferentes en los viajes, por ellas encuentro partes de mi misma, puedo mirarme desde otra perspectiva. Es cierto aquello tan trillado de que se conocen otras culturas, otras formas de vivir, comer, etc.
También es verdad que, desde que creo que ‘Somos Uno’, cuando conozco a alguien muy distinto física y culturalmente, también me conozco yo en otros aspectos y matices.
Entiendo, entonces, que todo lo que rechazo o no me gusta, es lo que me niego tener, es lo que no acepto y debería trabajar, en mí.

Mirando por esta ventana vi el desierto, un océano de arena que solo refleja aridez. En esta extensión de  soledad también hay seres vivos… además de escorpiones, insectos, víboras,  dragoncitos, lagartijas de tamaño y color variado… hay seres humanos que viven allí. Mujeres solas con sus hijos, familias de nómades, comerciantes, traficantes, aventureros, criadores de ganado y una variedad de personajes que  es difícil imaginar desde este lado de la ventana.

Solamente cuando una la atraviesa y comienza a entender, es que estos protagonistas, de un mundo tan disímil, se hacen corpóreos. Pero entender significa aprender, aprehender y, por lo tanto, se hace propio, entra en nuestro espectro de vivencias y se hace parte de nuestras vidas. Es que ¿no lo fue siempre?
Yo creo que sí, todo aquello que comprendemos es porque ya tenemos un código incorporado para hacerlo. Por eso es que digo que cuando viajo voy recogiendo partes de mi ser.

Este desierto me trajo un entendimiento más amplio de mí y, a una solitaria empedernida como yo, le dio la capacidad de compartir en forma diferente. Por razones más allá de mi alcance llegue allí a dejar miedos atávicos, a encontrar un sol que ilumina sin tregua, a encontrar una paz en otra sintonía, una solidaridad en otra dimensión y la ternura de ojos tan infantiles como ancestrales, tan inocentes como sabios.
Tomada en Marruecos, 2014

Es una ventana particular, me desnuda y me envuelve en su arena, me descubre y me regala una plenitud difícil de explicar, me encandila y me trae las miradas de quienes amo. 
Es una ventana que tiene vida, que siente, que habla con distintos matices de voz y cambia según la mire y quien la mire. Una ventana que amo y a través de la cual me puedo ver sin temor a reflejarme como y quien soy.
Soy parte de esa ventana, tan simple como grandiosa, y de ese inmenso paisaje. Soy un grano de arena en este vasto mundo que nos toca vivir y que elijo amar con la intensidad de que soy capaz.

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