Hoy,
día de la luna, fue un día especial en que mis nietas descubrieron que una
amiga, a la que adoran, es una nena problema. No solo para su madre o la
maestra, sino para ellas también. Esta muchachita es un poco hiperactiva y
ellas volvían de su casa como eléctricas. Además nos dimos cuenta de su
capacidad para manipular y captar atención, coartaba a las chicas. Ahora mis nietas, sus únicas amigas, se dieron cuenta que les hace
la guerra a toda compañerita que se acerque a ellas, que les miente y que se
lleva objetos que le gusta de la escuela.
Una situación
difícil para manejar. Ni mi hija ni yo somos propensas a actuar sin tolerancia
(muerto el perro se acabó la rabia, dirían muchos… tal vez cierto pero no
piadoso en algunos casos).
Creo
que ser intolerante es una debilidad, es falta de comprensión de los puntos de
vista de otras personas, falta de respeto hacia sentires o formas físicas, o
no, diferentes de las propias.
Es,
por lo tanto, todo lo contrario a la flexibilidad, implica dureza, soberbia, negación
a que el otro pueda tener razón ni derecho.
La
consecuencia más lamentable es la discriminación hacia una persona o un grupo.
Por
el contrario, transigir implica una apertura mental y un crecimiento
espiritual.
Estamos
acostumbrados a pensar que, como no practicamos el racismo o la intransigencia
religiosa ni política, nos consideramos clementes, civilizados, buenos
ciudadanos.
Hoy,
en mi familia, debemos aprender todos juntos lo que es una verdadera y profunda
tolerancia. Agradeceremos esta oportunidad. Porque tolerar no es ignorar, sonreír
y seguir de lado. Es –más bien- imitar al árbol de frutas que responde a las
pedradas con frutas y si la circunstancia viene a nosotros es para resolverla
con amor incondicional, sin ataduras, sin miedos, con responsabilidad (o
habilidad de responder).
Por
esto abro una ventana didáctica para mis nietas, para que cuenten con el apoyo
de sus mayores y no dejen pasar esta oportunidad de aprendizaje sin sufrir ni
huir, tolerando no solo a los demás sino a sí mismas y sus temores.
Esta
ventana hacia la tolerancia solo tiene un límite y se llama ‘auto-respeto’.
Abro esta ventana que me inspira y fortalece para poder hablar con mis nietas.
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