Me
han enseñado, hace años, que nada es mío. Todo lo que me rodea no es parte de mí
ni de mis pertenencias.
Todo
lo que me llega debo administrarlo con amor incondicional para beneficio de la familia humana, para
bien del planeta. Es una práctica constante y consciente, a fin de lograr un poco de este fin.
Cuando
algo no me hace feliz deberé dejarlo y acometer otro terreno, actividad o
grupo.
Todo
esto me ha hecho una persona de carácter sensible y despojado, como muchos. Alguien que se
esfuerza al máximo por lo que cree y cuando crecen obstáculos trata de no
adherirme a ellos sino fluir hacia donde me lleve la corriente.
No seré
quien se aleje al primer contratiempo, pero sí quien tenga límites
responsables.
Haré
de las situaciones difíciles mis maestras y mis parámetros. Mediré mis fuerzas
cada vez que tenga que hacerlo, pero si la situación se torna insostenible y me
lleva a respuestas indignas, sabré que es hora de retirarme.
En una
discusión, no obstante me crea con razón, no perderé el norte de ser digna y
razonable. Aunque pierda la disputa.
La
nobleza me inclinará a dar razón a quien no la tiene para conservar la calma y
la felicidad de reconocerme en el espejo.
Por lo
demás, me siento libre de ser quien soy, no necesito declararme como tal, ni
enarbolar banderas incomprensibles para mentes que no se abren. La libertad está en mi sangre, mi espíritu y mi mente. Ejercerla es mi opción en cada situación.
Para
liberarme solo necesito reconocer, respetar mis miedos y dejarlos ir. Respetar a quienes me
rodean. Respetarme a mí misma y responsabilizarme por mis pensamientos,
sentimientos y actuar en consecuencia.
Respetaré
mi fin de semana descansando lo más que pueda después de una semana pesada,
trabajada y que se termina hoy cerrando mi ventana y deseándoles un buen
descanso!
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