sábado, 7 de septiembre de 2013

Ventanas italianas, Vicenza

Ventanas italianas, Vicenza
sábado, 7 de septiembre de 2013

Abro mi ventana en Vicenza y el aire cálido entra con partículas de sol italiano.
Somos tres generaciones investigando un pueblo que es nuevo a nuestros ojos.
Mi nieto es muy sociable, en estos pocos días, ya se ha hecho de amigos, y las chicas van a él como los mosquitos. Él sonríe. Se sabe buen mozo.
Lo dejamos en un lugar para jóvenes, allí son todos estadounidenses, no tendrá problema de idioma y, además, tienen buena custodia.
Damos, mi hijo y yo, una vuelta por Vicenza, es un pueblo típico de Europa, con callecitas serpenteando y grandes moles de piedra, casas de bloques pétreos, gente amable, luces mortecinas.
Las rotondas, en todos lados con algo típico del país o ciudad, aquí tienen formaciones de piedra como si fueran trozos de Partenón o de otros monumentos.
Entonces vamos a ver por fuera -aún no tiene la llave- la casa que habitará desde la próxima semana. Se ve muy bien, amplia y luminosa. Un gran patio donde mi hijo hará su asado, mi nuera plantara flores, mis nietos correrán la pelota. El jardín de infantes está cerca, cruzando la avenida.
También por esa zona hay cantidad de cafecitos, trattorias, panaderías y, por supuesto, pizzerías.
Hace años, en el 2006, una señora que tira las cartas “vio” que había un caballo detrás mío...' nada importante' (dijo). Pues todo lo demás ni me acuerdo, tampoco era importante... y no pensé que en New York ningún caballo estaría ni cerca mío; pero, en el 2008 fui a Oxfordshire (donde mi hija se mudó) y frente a su casa había un caballo... le llevaba un café a mi hija cuando lo vi y se lo comenté a ella, el caballo pareció oírme pues levantó la cabeza relinchando. Era una zona de cría de caballos.
En 2011 se mudaron a una zona de equitación, con escuelas e hipódromos, en Francia.
Ayer, viendo la casa olí lo que típicamente se huele cuando pasan caballos... mi hijo lo confirmó: A una cuadra de la casa ¡crían caballos!
Aunque no se crea, que las hay… las hay.
Recorremos el pueblo: Sandrigo. Hermosas callecitas muy arregladas, gente amable, cafés, trattorias, restaurantes y por supuesto: pizzerías.
Entramos en una: tenía vigas de maderas y objetos antiguos de colección (relojes, planchas a carbón, etc.). No sabemos por qué mi hijo recordó a su abuelo, quien sabe cuál de los objetos lo trajo a su memoria, a veces, nuestro pensamiento delira en el pasado.
Cuando trajeron la pizza se nos esfumaron los recuerdos, estaban rebosantes de queso y espárragos, la de Max: con salchichas, jamón y salame... apenas podía morderla y nos reímos de su gula.
Fue una agradable charla sobre el presente y el futuro de mi hijo. A él le agrada consultarme y, a mí, darle ideas, sugerencias, él sabe que no importa si se cumplen así o no.… es parte de la mutua libertad el opinar y el hacer...

Llegó una preciosa noche estrellada... Agradecí a este día por estar con mis Demianes... (padre e hijo), son un dúo particular.

Editado 2017 Fr.



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