sábado, 14 de septiembre de 2013

¿Y qué? en la ventana


Hace 20 años hice una visita a un Naturópata que me revisó y me dijo: -'el primer remedio que le daré es este...' Y me pasó una tarjeta que decía en letras grandes: "Y ¿qué?"

Pues sí, nada tiene tanta importancia como la salud... Si te dicen, perdiste el trabajo... y ¿qué? Si se fue con otra-o... Y ¿qué?

He venido aplicado esta convicción hace bastante tiempo y me ha dado muy buenos resultados y he ido agregándole conceptos.

Una idea muy importante es la desaprender, de tirar los preconceptos, prejuicios, creencias injertadas en nuestra mente por lo que llamamos erróneamente educación en vez de domesticación, adoctrinamiento.

Por ejemplo: no hay por qué ser los ‘mejores’ en lo que hacemos, ni mejores hijos o padres, etc.

Otro ejemplo: NO existe el pecado.

Con la edad vamos desaprendiendo varias ideas, mitos: La vida de estrés no nos lleva a ningún puerto seguro, ni a la felicidad, abundancia, libertad o lo que nos vendieron como ‘futuro brillante’.

Hoy sabemos que lo mejor está en la amistad o relaciones verdaderas con personas que coincidimos o con quienes nos toleramos mutuamente, en charlas profundas o banales pero que nos dejan un buen sabor en la boca.


   Hemos llegado al punto en que lo único que debiera preocuparnos es cómo mimarnos, atendernos y amarnos en totalidad. ¿Qué hacer? Llegó la hora de contestarnos: nada. O lo que se nos antoje hoy, lo que me dé placer… ya hice todo lo que ‘debía’, ahora escribo, viajo, invento recetas culinarias, tomo café o ceno con amigas, leo, facebookeo o chateo…

Hoy no paso parte a nadie de lo que hago o dejo de hacer. Mi único rol vigente es el de abuela, a los más jóvenes les toca preocuparse hasta que aprendan a no hacerlo.

Mi generación va con más frecuencia a teatros, talleres, conferencias… o no, los vemos por youtube u otra red, que para eso podemos disponer de la tecnología y divertirnos cuando metemos mal el dedo y se va todo al… ¿dónde va? Donde sea, que no nos interesa… repetimos ‘y ¿qué?’

Ya ni nos importa donde iremos cuando demos el gran salto hacia lo que llaman ‘más allá’, porque -por suerte- sabemos que somos mortales y que todo tiene final y que lo que viene será mejor.

Tenemos la experiencia íntima suficiente para saber que cuando caemos hay una red, pues saltamos más de una vez y el vacío no es el final tan temido. Después del último salto estaremos nosotros, nuestro Ser real. Por eso es mejor establecer una relación sincera y profunda, de total confianza con nuestro ser.

También establecemos vínculos con gente positiva, que intercambia alegrías y entusiasmo, sin mirar edades, procedencias ni cualquier circunstancia, que está entendiendo que el dolor es un sistema de alarma, no una forma de vida, que sufrir es hasta pornográfico.

Lo único importante es vivir con libertad, con amor, o sea: sin miedo a la vida sin miedo a la muerte. Vivir sin controlar, apreciando la incertidumbre: el cambio que da destreza, que da desapego y anula el victimismo.

Vivir con intensidad, sabiendo que hasta lo doloroso tiene un “para qué”, resumiendo: que 'todo es para bien, en todo hay beneficio'.

Mónica Ivulich
DR2013Fr 
editado 2017

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