Me he
asomado por la ventana de Paola, una ventana que invita a la meditación y
remembranza. Y, entre ese divagar… he observado que somos muchos escritores a
los que nos gusta cocinar o, al menos, comer bien.
Y me he
dado cuenta que no es cosa de ser cultos sino de una sensibilidad diferente. Los
que escribimos y –supongo- los artistas de diferentes rubros tenemos eso de
combinar hábilmente ciertos elementos, colores, olores, imágenes, sonidos, y –claro-
sabores, entre otras sensaciones.
No es
que todos los cocineros sean escritores o artistas después de cocinar, pero sé
que algunos escriben, pintan o tocan algún instrumento. También conozco muchos
que, en cuanto tienen un restaurant propio, le dan un estilo particular de
acuerdo a su gusto estético, pictórico, musical y, a veces hasta poético.
También
recuerdo que en Argentina, allá por los 60’s y 70’s Doña Petrona C. de Gandulfo
decoraba sus platos con mucha personalidad y terminaba diciendo “este plato es
un poema”
A mí lo
de la cocina me vino por obligación cuando tuve a mis hijos. Pero, pronto le encontré
el placer a eso de darle sabor y color a mis platos. Mis hijos me obligaron y enseñaron
muchas cosas, la cocina fue una de ellas. Ahora no solo cocino sano, rápido y
rico, también lo hago con un deleite especial. Lo mismo que cuando escribo,
busco los componentes mejores, me dedico amorosamente a combinar cada uno lo más estéticamente posible
y los entrego con mucho amor.
No me había
dado cuenta porque todo este divagar… claro, es que Paola además de amiga y
peluquera es también aficionada a cocinar y cocina con mucho amor y entrega.
Las ventanas vienen impregnadas de la personalidad de quien mira por ellas y
ven el mundo de una forma especial.
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