Invoco a mis amigas, borrachas
de risa o sublimadas en la poesía, corriendo por el campo o, sin bucolismo, en
el gris de la ciudad.
Recuerdo a mis amigas de este
país o de aquel, y en la memoria se abre, cálida, una ventana tenue que
atraviesa el tiempo y los mapas donde las lágrimas y las sonrisas que abrazan.
Mis amigas se asoman, de vez
en cuando, a mi ventana prodigiosa y, con la magia de sus miradas entibian mi
pecho y mis alas.
Estiro la mano y llegan,
vaporosas, alborozadas, escalando distancia de sueños y, entrando a mi ventana
abierta, como mariposas se posan en las flores, como hadas iluminan mi evocación agradecida.
Es que, sin pensarlo, he
abierto esta ventana ¡tan memoriosa ella! Que destila amistad y algunas
saudades desde todas las épocas y caminos andados.
¡Bienvenidos recuerdos! Que
permiten a mis amigas abrazarme aunque estén lejos y, llegando a mi ventana de
chocolate, reírnos del tiempo.
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