sábado, 5 de marzo de 2016

Ventana de nieve

foto propia
Hoy miro por mi ventana llena de nieve, blanca y fría. Pienso que mis años de invierno están por llegar. No me afligen mucho excepto por algunos dolores nuevos, todo lo demás está como nuevo, pero de segunda mano… debo cuidarlo con algo más de esmero.
Me siento en mi escritorio, uno como el que deseaba de joven, pero nunca tuve tiempo de pararme a hacerlo… después de todo, digo: ser viejo tiene esa ventaja, el tiempo… nos quedará menos, pero lo aprovechamos más. Podría decir que los dolores son una cuestión en contra… solo si olvidamos los dolores de las caídas en patines, bicis, luego los de la consabida adolescencia (por algo se llama así) los de la regla, de parto, de cansancio de trabajar… no, los dolores de hoy son los únicos que puedo atender sin culparme ni sentir que estoy haciendo algo que no debiera... me puedo ocupar de mí, por fin.
No sé por qué he pensado en mis anhelos juveniles… no sé si los he cumplido todos, mas los que no hice ya los olvidé, otro beneficio de mi tercera edad. También he dejado de pensar en cómo deberían ser las cosas, la gente… me he acostumbrado a mirar desde un punto de vista muy diferente… ‘las cosas son como son para disfrutarlas, no para cambiarlas’

Antes si, quería ser perfecta y que todo lo fuera…
A esta edad pienso: querer ser “correctos” es creer en la existencia de lo “errado” y darle valor, fuerza; al mismo tiempo, es matar la pasión. Es frustrarse antes de comenzar. No es natural querer ser perfectos… todos iguales, uniformados... Acaso ¿hay días iguales en el cielo…? Ayer había un bello sol y hasta calorcito y hoy nieve…
La naturaleza no piensa en la perfección, no pregunta cómo debe hacer algo… simplemente es, sin comparar… sin juzgar-se.
Por eso la única elección posible es hacer lo que nos nace de la intuición. Lo menos perspicaz es pensar como seres inteligentes. La mente que compara, sopesa, hace juicios y valora lo material, es lo que nos provoca miedo, inseguridad, nos lleva a la incoherencia y al vacío existencial.
Imagino a una oruga que se opone a ser crisálida, que piensa que eso no es lo “normal” o lo “perfecto” que no sabe lo que vendrá, que teme al próximo paso… que quiere salvarse de lo que sucederá… Y me parece haber pasado por ello muchas veces… ¿no te ha ocurrido pensar que ´aquello´ que, suponías, hubiera podido ser lo peor que te podría haber pasado, fue lo mejor y lo que te ha impulsado a volar?
¿Es que no es obvia la coherencia perfecta del cosmos? Todo está en orden, todo es como debe ser… acaso ¿podemos controlar la salida del sol? ¿algún humano le ha puesto semáforos a los Planetas para que no choquen entre sí? Todo funciona porque no intervenimos…  
Lo que está escrito en los libros de texto, no es lo que debe ser o pasar, los escribieron manos como las mías. Tomo de ellos lo que me resuena.
Además, mi vida es solo mía y pertenece, en todo caso, al UNO colectivo, y nada de lo que me sucede es incorrecto, pertenezco a la Perfección cósmica, no hay más que aceptarlo.

La nieve me debe haber llevado a un plano de profundidad inesperada… mientras, tu voz me llega como una calma blanca y mis nietas se disponen a fabricar un fuerte de nieve… ¿hay algo más importante en este momento?

3 comentarios:

  1. Tienes toda la razón, aunque se necesitan muchos años de metedura de pata, y tambien algun acierto para llegar a esta conclusión. Gracias por compartir. U beso.

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    1. Tarde pero contesto: Gracias Tite. ¡Si! muuuuchas meteduras de pata...

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  2. Se necesita "vivir" para construir esas vivencias y con tu toque angelical derramas dulzura querida Moni.

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