sábado, 6 de mayo de 2017

VENTANA ITALIANA

Mientras se secaba mi cabello puse una máquina a lavar y doble la ropa lista en la secadora.

Entonces crucé la calle y me senté frente a un rico y espumoso capuchino. Desde joven disfruto este ritual de sentarme sola en una cafetería… en Argentina solía ir a “La Vascongada”, luego en la universidad iba a “La Farola”, “La Paz” o -en días burgueses- a “El Molino”, luego los tiempos cambiaron y los lugares, los países, también…

Oliendo el sol de primavera, caminé hasta la feria cercana. Aquí en Sandrigo no son iguales a los baratillos de Oxford o de algunas comarcas españolas, aquí hay prendas de medio vestir muy bonitas, de niños y deportivas; artículos del hogar, verdulerías, quesos variados y olorosos, pescados que no miro, pero huelen también…

Mi propósito fue llegar a donde estaban flameando hermosas cortinas de lino y donde encontré las que buscaba. Para completar compré una planta algo original por su forma y color para mi hijo que está arreglando el jardín que disfrutará en verano. Algunas pequeñeces más y volví con lo máximo que puedo cargar.

Luego lo rutinario hasta la tarde en que Milo y Maxx Jr., corrieron a abrazarme diciendo “Hi Grandma”, entonces la fiesta comenzó y hubo algunas cosillas que les preparé y pizza y para terminar el día fuimos a la Feria de diversiones que instalaron muy cerca…

Nada muy especial, nada muy grande ni ostentoso, pero con mucho amor filial, armonía y la alegría de estar juntos, mirando por una ventana italiana.

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