sábado, 19 de noviembre de 2016

Ventanas de Bosnia

A veces la vida está hecha de fragmentos de ilusiones, de coincidencias, de sorpresas… y una se deja llevar de pulsiones que se desconoce de dónde llegan, como siguiendo un argumento que nadie sabe cuándo, dónde, ni quien escribió…
Así fue esta última aventura: Pirámides en Bosnia

Hace unos meses atrás vi un video y se me ocurrió visitarlas, mi hijo no sólo aceptó acompañarme, hizo que los arreglos para alquilar un departamento. Entonces yo tenía el viaje a México y a Madrid planeados y debíamos esperar a que se cumplieran los plazos.

Dos días antes de partir, una amiga de Barce se unió a la aventura, fue algo muy extraño porque esta amiga -Chesca- tiene pánico de viajar en aviones y claustrofobia -peor que la mía- pero, quien sabe por qué mandato del destino, estuvo en Venecia el día antes de partir. Eso implica que compro el ticket, su ropa térmica y armó la valija en un día. Y llegó, temblando sí, pero allí estaba.
Foto de Max desde biblioteca
Al día siguiente nos despertamos a las 6 de la mañana y cargamos el auto. Max condujo por 12 horas, parando para almorzar, cargar gasolina, ir al baño…
Llegamos para cenar y dormir pues a las 8 nos embarcaríamos en la excursión hacia las pirámides que, aún, no están oficialmente reconocidas. Hay información en Google, YouTube, etc., y no necesito poner más aquí. Muchos dicen que es una locura y otros que hay pruebas como paredes, monolitos, etc., que no son naturales y sugieren, dada la edad de éstas, deben haber sido construidas por extraterrestres o una civilización más adelantada que la nuestra.

Mi experiencia: Hay una montaña que aparenta la forma de pirámide y sobre ella, una ruina de lo que pudo ser un fuerte. Quedan unas piedras que debieron ser subidas con mucho esfuerzo o con técnicas desconocidas. Solamente Max y la guía llegaron a la cima pues era empinada y resbaladiza. Chesca y yo volvimos contemplando otras montañas, valles, los colores del otoño…
Hay un túnel que conduce hacia la pirámide que fue rellenado como para ocultarlo y es al que hoy se puede acceder. Dentro hay algunas rarezas dignas de mención: aire como si estuviéramos afuera, humedad, piedras que forman muros y no son naturales, orbes, ausencia de claustrofobia y animales, bastante humedad, energía que se siente más en algunos lugares que otros, monolitos (uno de ellos como una cápsula sellada de manera artificial, que está sobre dos corrientes acuáticas subterráneas, lo cual genera energía).
No es mucho pero bastante. Entonces… ya fuimos pioneros de este descubrimiento: ¿real? ¿timo? El tiempo lo dirá.

Lo siguiente fue una caminata por la ciudad, primero la bellísima biblioteca de Sarajevo que fue incendiada y destruida por la artillería serbia en la guerra de Bosnia-Herzegovina: 1992 y 1996, ahora reconstruida.  
Luego, paseo por unas callecitas comerciales con casas de comidas muy tradicionales donde almorzamos, compramos unos regalitos y seguimos…
tomada en restaurant en ruta Bosnia- Croacia
La ciudad aún no ha curado las heridas de esos casi 5 años bélicos que sufrieron injusta y, según algunas voces que escuché: innecesariamente, las paredes muestran agujeros de balas, hay cementerios que ocuparon lo que eran parques infantiles ante la urgencia de enterrar tantos cadáveres en poco tiempo.

Los paisajes son maravillosos; los quesos, la comida, las telas, los suvenires, el río… todo es bello mas lo mejor es su gente: amable cordial, suave, sonriente.
Y volvimos… pulmones llenos, corazón henchido, piernas cansadas y una sensación de misión -desconocida- cumplida.

Antes de salir de Bosnia nos paramos para un apetitoso almuerzo, sentados frente al fuego y sonriendo por nuestra locura casi epopeya. Y encontré la ventana inspiradora.

Al día siguiente, cuando despertamos en casa de mi hijo nos pareció extraño no sentir dolores ni molestias lógicas después de un viaje tan prolongado en auto, subida a la montaña-pirámide, caminata, vuelta por auto…


Juzguen ustedes… yo miro por las ventanas de Bosnia y siento un bienestar diferente e inexplicable. 
Desde la ventana -donde nos alojamos- al río

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