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Hoy abro mi ventana italiana por dos razones.
La primera es por la razón que todos lo han hecho, una tremenda
desgracia para las víctimas del terremoto y la destrucción de viviendas que se
han derrumbado.
Lamentable, doloroso, inevitable según parece.
Allí van mis sentimientos de solidaridad.
La segunda para homenajear a quien vive en Italia: al hombre
que fue mi niño de flequillo, mi niño delgadito y siempre sonriente, el
adolescente y joven que me sostuvo en las malas, que compartió en las buenas,
al hombre con quien nos admiramos mutuamente, al compañero y compinche de
siempre, al padre dedicado de cuatro de mis nietos, al hermano de mi hija tenazmente
a mano.
Que sea siempre exitoso y buena persona como hasta ahora, con
su energía más que positiva, con su amor por la vida y por la gente, con su carácter
entusiasta y su sonrisa como bandera.
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