miércoles, 3 de agosto de 2016

Brisa de inspiración en mi ventana

Bien dicen que la vida de un escritor es solitaria. La mayoría de escritores que han tenido familia tuvieron que recluirse en librerías, estudios, la noche mientras todos duermen, incluso bares donde el ruido monótono no perturba la inspiración.
Claro que cuando hay un impulso muy grande la mente provoca un vacío que deja fuera todo movimiento y sonido.
Mi familia no es ruidosa, las niñas no gritan dentro de la casa, ni la televisión o música van a atronar nuestros oídos. De todas maneras, el movimiento lógico de una casa distrae.
V de Gaudi en Colonia Wells
Eso se hace notorio cuando el nivel de mi inspiración cae. No es que mi inspiración desaparezca cuando hay gente. Hay otros motivos. Por ejemplo, cuando he de organizar un viaje y, si este es largo, más aún. Esto me pasa ahora.
 Es el momento en que sé debo buscar otras ventanas para mirar a mi interior. Planeo un viaje a México con pirámides, mini turismo, reunión con amigas, presentaciones de mis libros, charlas, visitas a entidades, retiro en un paisaje rural sin internet y quién sabe qué más me tiene preparado el destino de mano de Paula Deborah, mi anfitriona. Debo coordinar fechas, etc…
Mi ventana es prometedora, inquietante… dicen que para los viajeros cada viaje es como una droga, se convierte en un hábito. Tal vez sea así, pero, sobre todo, el ansia de conocer gente, monumentos y sus misterios, culturas, costumbres.

Viajar es abrir esa ventana inspiradora con brisas que renuevan y limpian el corazón haciéndolo liviano, rejuveneciéndolo… ¡Órale México lindo, en septiembre nos encontramos! 

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