sábado, 14 de mayo de 2016

Ventanas de La Gran Manzana

Viví en la Gran Manzana por veinte años y mis experiencias allí, buenas y malas, cambiaron mi personalidad.
Cuando caía la noche, Nueva York se iluminaba tanto que, desde un piso alto, nos creíamos en la Galaxia.
Imagen de la red
Había miles de ventanas en la ciudad y cada una tenía su historia, con horarios diferentes, mucho estrés en casi todas y en la mía, como en la de muchos, colgaba alguna nostalgia.
Los inmigrantes con la familia lejos, los enamorados con sus diferencias, padres que -por buscar futuro- se alejaron dolorosamente de hijos o viceversa, puestos de trabajos perdidos, remotas ciudades natales en la memoria…
Claro que bastaba con sacudirse, salir a la vereda y la energía febril, alocada de la ciudad, lo inundaba a uno. Siempre se encontraba un amigo o un desconocido dispuesto a charlar frente a una mesa de bar.
La Ciudad entera se engalanaba con los primeros fríos, no importaba la temperatura exterior, dentro había festejo para todo el invierno.
En octubre todas las ventanas lucen calabazas, brujas o algún monstruo iluminado… los fantasmas ondulan por las calles. Halloween gruñe.
En noviembre asoman los pavos y la mayor cena de todo el país tiene lugar. Esa noche las familias se reúnen y dan gracias por otro año, los empleados por un día completo de jolgorio y algo que el jefe les haya regalado. Thanksgiving Day! Emotiva, excepto para los pavos…
Entonces y aun con la digestión a medias -después de la opulenta cena- se cambian las ventanas con adornos navideños… Las enormes vidrieras exhibirán sus ofertas para que todos regalen y reciban… o sea: acumulen más cosas en los armarios, de por sí ya atestados. Pronto y desde las ventanas cercanas de Time Square se asomarán miles a ver subir la bola de Fin de Año, otros sufrirán frío por horas en las calles aledañas, los más mirarán una ventana de TV mientras se abrazan y brindan …
Seguirá el rojo de San Valentín y luego las flores de primavera… y -a excepción de alguna bandera aquí y allá- ya descansan las ventanas de NY, que se abrigaron con algarabía para contrarrestar la nieve y la sensación térmica que de térmica muy poco…

Muchas veces me he parado en las rocas que subsisten en Central Park y desde todos lados me miraban las ventanas de los edificios… ¡cuánta vida transcurre a través de esos cristales! ¡Cuántas miradas tiene una ciudad! 

                                          Mónica Ivulich
                                           DR2016Fr
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