Mirar por la ventana era mi forma de
esperar cuando era una niña… ¿qué hacia allí por horas? Mi madre se lo
preguntaba y lo hago yo ahora… ¿Qué imaginaba? ¿Qué fantasías vagaban por mi
mente?
Aun ahora hago lo mismo, me siento y miro
sin mirar. De tanto en tanto una paloma o un gato me llaman la atención y sigo
con mi mirada, lejos… lejos… perdida… y, a veces, tan dentro.
Me pregunto si cada paso será el oportuno, será
bueno para alguien, si apuesto mucho o es nada, si será entendido, si será
apreciado, si yo misma, entiendo cómo sigue mi historia… si me entiendo o me
aventuro al abismo, como será un mañana aquí o allá… ¿no era que las abuelas se
quedan quietas? ¿No tengo la vida hecha? ¿Por qué variar? ¿Por qué no variar?
La vida es para gastar y renovar, contestan mis múltiples mónicas internas…
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Imagen de la red |
Sigo mirando y mi hijo me escribe: ‘estoy
bien…’ desde Bagdad. Más allá una amiga enferma… y allí otra que se opera y le duele…
las nenas pasan derrochando energía… y quien se desveló me habla de esos miedos
que vi en mis pesadillas, el cielo gris y la llovizna salpica mi ventana…
Los días grises no me van bien, necesito de
un sol que me abrace, de una estrella que, entrando en mi ventana… se pose en
mi frente para alumbrar mi mente y mi destino.
Creo que, ahora, estoy segura que miro por
la ventana por una única razón… para encontrar quien dándome la mano, me lleve
a volar como una Wendy rezagada, atravesando nubes y ríos, con el corazón acelerado,
en una aventura sin igual, en una loca historia que haga que mi novela vital
tenga un sentido sin igual…
Alguien me dice: levante y anda… La ventana
comienza a abrirse…
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