La
tarde cae en grises admonitorios, mi dolor de espalda y otros que no tienen
lugar me convierten en un ser crepuscular…
Mi
ventana se llena de otoño y de saudades sin nombre… es la ventana quien me
pregunta por mi sonrisa y, entonces,
la esbozo con cariño, con pausa, con ganas…
sin otra cosa.
Le
pregunto por el sol, por las flores, por los pájaros… El silencio es la
respuesta.
Hay
silencios y silencios.
Me
sumerjo en el que es necesario para llegar hasta mi misma, y allí me hago un
ovillo otoñal donde los tonos dorados me sientan bien.

Es
hora de dar la espalda al día, la noche va deslizándose en el frio de las nubes
húmedas, perezosas, deslucidas y llega cual magma rotundo de una negación al
entusiasmo.
Un
‘buenas noches’ anticipado se cae de un reflejo de luz apenas rosada que
iluminó un rayo de sol en su último estertor. Hoy es un día entre otros días
otoñales donde mi humor está acercándose a su cueva de oso a reposar en paz.
No hay comentarios:
Publicar un comentario