Esta tarde, en una cafetería,
estaba repasando mi último poemario y de pronto han caído cuatro gotas; he
levantado la vista y he reparado en la sencilla belleza de la ventana y de la
maceta.
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Inesperadamente me ha llegado ese
enigmático y maravilloso olor a tierra mojada que parece que emana del útero
del universo y sin quererlo he pensando en los amigos que marcharon
prematuramente: José Luis, Roser, Enrique... También en mi madre, que murió el
pasado octubre y que este próximo noviembre hubiera cumplido 100 lúcidos años.
Así mismo, he recordado a los
amigos que, por avatares de la vida, ya no estás con ellos. Tal vez un
desencuentro, un malentendido...
Unos y otros. La tierra, su olor,
la lluvia, me han traído la nostalgia y el mejor poema posible en este
septiembre recién estrenado.
Felipe Servulo
Muchas gracias Mónica, por tu atención.
ResponderEliminarUn abrazo.