Me estiro en el sillón y veo las
ventanas contra el techo, esas que son imposibles de limpiar si no llega un
profesional…
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Las nenas caminan varias veces
del baño al dormitorio, como soldaditos que, en vez de bayonetas, empuñan
cepillos de dientes. Saben que haciéndolo determinado número de veces suman los
minutos necesarios de cepillado. En la nueva casa han de
variar el itinerario.
En esta casa se han convertido en
niñas responsables, casi jovencitas, y creo que sus paredes las extrañarán
cuando nos vayamos.
El patio echará de menos sus
carreras y sus cantitos, las fiestas infantiles con niños de la escuela, las
cenas familiares, los alumnos de inglés de mi hija, la llegada de amigos, de
familia…
Estas ventanas ya no nos mirarán
llegar y, seguramente, tendrán otro color, otra luz que no será nuestra. Mudaremos casa y ventanas.
Las casas, como las vestimentas,
adquiere forma y ritmo de quien las habitan… a esta vivienda no le será fácil desapegarse
de nuestra energía y a nosotros nos llevará un tiempo adaptarnos al nuevo
envase de nuestro diario vivir.
Por mi parte he de agradecerle
los momentos que viví en ella, las páginas de los libros que me permitió
escribir, las risas, los llantos, el amor en todos sus matices, duelos de
diferentes calibres, las flores, los atardeceres, los pájaros, sin olvidar la
luna en mi ventana…
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Mónica Ivulich (DR2016Fr)
Hermoso!!estuve alli, se de las energias del calorcito de esa casa! En la proxima estaran presentes tambien..ni dudes
ResponderEliminarNo lo dudo amiga querida, gracias por tu presencia muy querida
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