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Es un día de esos en que la
‘nada’ se apodera de mi humor y mi ventana: nada malo, nada por hacer, nada sin
hacer…
No suelo mirar hacia mi pasado
con frecuencia a menos que haga una contabilidad positiva… En un día donde
llovizna y todo es gris, me doy cuenta que me llega la edad de la jubilación…
Es una buena edad para advertir
que mi niña interna juguetea aun por los rincones y yo la dejo alborotar, de a
ratos.
Esa nena que veía tan lejos mi
estado de abuelidad, suele llorar y reír por nada y por todo… me apunta con el
dedo cuando me saboteo, así es que mejor me ponga a ver lo bueno que hice…
He logrado abandonar mis
bibliotecas (mis tesoros) en más de un país, pero cargando la belleza de muchos
escritos en la piel de mi espíritu, aprendiendo a soltar la carga y viajar
ligera de peso.
He caminado India e Israel,
visitado museos y paisajes orientales, europeos, norte y sur-americanos, vivido
en dos continentes y cinco países, subí al Himalaya en Nepal y crucé el
desierto marroquí, todo por buscarMe, encontrando trozos de mi ser aquí o allá…
y sólo he logrado reunirme íntegramente en la suavidad de una piel idéntica a
mi piel.
Me han definido como una mujer
simple y de buena onda, puedo agregar que no tengo necesidad de aparentar ni
pretender, soy amante de mi familia y mis amig@s, admiradora del Planeta y el
Universo, digna y orgullosa de mi género, con logros y frustraciones que
considero lecciones… emocional con la música y los gestos de ternura, enamorada
como una colegiala, sabiendo mis límites, creativa y entusiasta… comprometida
con el dios-creador que concibo a mi manera, solamente una última aspiración:
ser buen ejemplo para mis nietos cuando, algún día, entiendan lo que es madurar
y envejecer y me hayan visto hacerlo.
Me maravilla y hasta sorprende la
gente que me aprecia a pesar de mis múltiples errores, son tan tolerantes y
compresivos, ¡adorables! ¡Les agradezco mucho!
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Miro por mi ventana, sencilla, un
poco coqueta y cargada de recuerdos bellos y de amor respetuoso… agradecida por
la vida que disfruto… después de todo, no es nada malo ser abuela, jubilarse y
ver que se puede madurar sin consumirse o enmohecer.
Miro mi pasado por la ventana,
más extenso que mi futuro y a pesar de tantos pesares, no me quejo, he
aprendido a no manchar lo que vendrá de lo que pasó hace tiempo atrás. Y creo
que eso es nuestra misión: agradecer, amar, ser y hacer a otros felices. Es una
ventana pacífica al menos.
Francia 2014
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