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El barrio donde nací era un
barrio donde la mayoría de los vecinos se conocían y se protegían mutuamente.
Era una gran familia donde se relacionaban los profesionales con los
trabajadores, los niños con los ancianos, artistas de cine con comerciantes,
inmigrantes de diferentes lugares y viejas familias porteñas.
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Imagen de la red |
Un barrio con flores y ventanas.
En un día de primavera, me acodé
en el vano de una de las ventanas de casa viendo pasar la gente, los automóviles
perezosos del sábado, los muchachos con su pelota, rumbo al deportivo; las
muchachas con sus ganas de obtener algo nuevo, rumbo al centro comercial.
-'¡Hola! –me saludó don Carmelo, el viejo
zapatero del barrio del que no recuerdo bien la cara pero si su aroma a suela
nueva- ¿Cómo va todo?'
-'Un poco aburrida' –dije
-'Conque tienes tiempo para
desperdiciar aun, ¿eh?'
-'¿Qué quiere que haga?'
Don Carmelo se apoyó en la verja
y resopló.
-'Nada, no tienes que hacer nada
solo esperar y estar preparada para que, lo que ocurra, puedas aceptarlo,
disfrutarlo. Mira, ahora mismo acabas de cambiar de aburrida a sorprendida
¿verdad?'
-'Sí, es cierto… pero es un cambio momentáneo.'
-'Ya verás, habrá otros cambios, más allá de que te
conviertas en adulta, es más, puede ocurrir cuando seas mayor, quizás con
nietos… Hay días en que uno, simplemente: cambia. Es una alteración
trascendental. El mundo nos ve igual, los mismos rasgos, la forma de caminar y
de hablar… pero uno se siente diferente, algo se abrió dentro del ser que es
cada quien...'
Don Carmelo parecía inspirado ese
día, estaba desconocido (había surgido el filósofo con cuerpo de zapatero de
barrio) siguió:
'-Son transformaciones que llegan para no irse, aunque sean impensadas,
cambios sorpresivos. Son cambios que no se encasillan en las llamadas crisis,
son saltos cualitativos y tienen poco o nada que ver con la edad, más bien
tiene que ver con una evolución que se trabó por alguna razón o llega para torcer
la dirección anterior y tomar nuevos rumbos.'
El viejo zapatero había capturado
toda mi atención:
-'A medida que uno se hace consciente de esa
energía diferente, el camino se abre y se concretiza una metamorfosis que, los
más cercanos, entienden como positiva. Se nota la alegría, las ganas de hacer
cosas nuevas, de dejar otras y, poco a poco, el cambio se asienta y forma parte
de la nueva realidad.
Para esto no hay límite de edad,
puede llegar a tu vida cuando seas abuela o dentro de unos minutos. Un buen día
verás que entra una luz diferente por tu ventana y que solo puedes quedarte
allí, inmóvil, para recibirla.'
A esta altura mi semblante tenía
una sonrisa sincera:
-'Deseo que llegue en el momento
pertinente y que lo disfrutes como, en su oportunidad, yo lo gocé.'
Así terminó el anciano y se
despidió haciendo un gesto con su sombrero, mientras yo grababa esas palabras
que, en un momento imprevisto y cuando ya las había empezado a olvidar, se
hicieron realidad.
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