Hace 20 años hice una visita a un
Naturópata que me revisó y me dijo: -'el primer remedio que le daré es este...'
Y me pasó una tarjeta que decía en letras grandes: "Y ¿qué?"
Pues sí, nada tiene tanta
importancia como la salud... Si te dicen, perdiste el trabajo... y ¿qué? Si se
fue con otra-o... Y ¿qué?
He venido aplicado esta
convicción hace bastante tiempo y me ha dado muy buenos resultados y he ido
agregándole conceptos.
Una idea muy importante es la
desaprender, de tirar los preconceptos, prejuicios, creencias injertadas en
nuestra mente por lo que llamamos erróneamente educación en vez de
domesticación, adoctrinamiento.
Por ejemplo: no hay por qué ser
los ‘mejores’ en lo que hacemos, ni mejores hijos o padres, etc.
Otro ejemplo: NO existe el
pecado.
Con la edad vamos desaprendiendo
varias ideas, mitos: La vida de estrés no nos lleva a ningún puerto seguro, ni
a la felicidad, abundancia, libertad o lo que nos vendieron como ‘futuro
brillante’.
Hoy sabemos que lo mejor está en
la amistad o relaciones verdaderas con personas que coincidimos o con quienes
nos toleramos mutuamente, en charlas profundas o banales pero que nos dejan un
buen sabor en la boca.

Hemos llegado al punto en que lo único que debiera preocuparnos es cómo mimarnos, atendernos y amarnos en totalidad. ¿Qué hacer? Llegó la hora de contestarnos: nada. O lo que se nos antoje hoy, lo que me dé placer… ya hice todo lo que ‘debía’, ahora escribo, viajo, invento recetas culinarias, tomo café o ceno con amigas, leo, facebookeo o chateo…
Hoy no paso parte a nadie de lo
que hago o dejo de hacer. Mi único rol vigente es el de abuela, a los más
jóvenes les toca preocuparse hasta que aprendan a no hacerlo.
Mi generación va con más
frecuencia a teatros, talleres, conferencias… o no, los vemos por youtube u
otra red, que para eso podemos disponer de la tecnología y divertirnos cuando
metemos mal el dedo y se va todo al… ¿dónde va? Donde sea, que no nos interesa…
repetimos ‘y ¿qué?’
Ya ni nos importa donde iremos cuando demos el gran salto hacia lo que llaman ‘más allá’, porque -por suerte- sabemos que somos mortales y que todo tiene final y que lo que viene será mejor.
Tenemos la experiencia íntima
suficiente para saber que cuando caemos hay una red, pues saltamos más de una
vez y el vacío no es el final tan temido. Después del último salto estaremos
nosotros, nuestro Ser real. Por eso es mejor establecer una relación sincera y
profunda, de total confianza con nuestro ser.
También establecemos vínculos con
gente positiva, que intercambia alegrías y entusiasmo, sin mirar edades,
procedencias ni cualquier circunstancia, que está entendiendo que el dolor es
un sistema de alarma, no una forma de vida, que sufrir es hasta pornográfico.
Lo único importante es vivir con
libertad, con amor, o sea: sin miedo a la vida sin miedo a la muerte. Vivir sin
controlar, apreciando la incertidumbre: el cambio que da destreza, que da
desapego y anula el victimismo.
Vivir con intensidad, sabiendo
que hasta lo doloroso tiene un “para qué”, resumiendo: que 'todo es para bien,
en todo hay beneficio'.
Mónica Ivulich
DR2013Fr
editado 2017
No hay comentarios:
Publicar un comentario