Y a tu prima se viene a la
memoria que te gustan las ventanas y ¡Zas! Te llega a tu correo esa ventana que
viene con memoria propia…
Mis primas, varias de ellas, eran
adolescentes cuando yo estaba sacando mis primeros dientes y cuando fui
adolescente, algunas de sus hijas o hijos recién sacaban los suyos.
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Foto A M Bidart |
Eso se debió a que mis dos padres
(¡Oh casualidad!) fueron los menores de 8 hermanos por lo que sus sobrinas
mayores eran casi de su edad y como casi todos mis tíos tenían más de un hijo,
hay de todas edades y colores…
Así que esta ventana me recuerda
varias cosas. La primera: mis queridas primas con las que tuve segundas madres
para pasearme, enseñarme y darme gustos, hermanas para jugar, hermanos para ser
cautiva de indios y salvada por cow-boys, etc.
La segunda: Bariloche (desde
donde Ana me envía esta ventana) donde llegué -por la primera vez- viajando sin
mis padres. Creo que fue esta experiencia la que dejó marcada mi resolución de
viajar, porque viajar te da experiencias, libertad y nuevos conocimientos.
Una de las experiencias más
bellas fue pasear en silla carril hacia la cima del Monte Otto… se pararon las
sillas en mitad de camino y quedamos pendiendo de esos cables… Recuerdo esa sensación
relajante del aire frío invadiendo mis pulmones, allá, muy abajo, las huellas
de un zorro sobre la nieve, el reflejo del sol en la cumbre del cerro… y el
silencio… Un silencio que fue entrando en mi ser, que desterró toda conciencia
física y me hizo flotar sobre el paisaje blanco, sentirme un ave, planear a lo
largo y ancho de la cordillera…
También recuerdo el chocolate tan
rico… especialmente el de Villa La Angostura, que además tenía unos árboles que
albergan un moho fluorescente y da al bosque un aspecto fantasmagórico al
atardecer.
Gracias prima por estos recuerdos
que despertaron en tu ventana austral.
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