Las vi al pasar y me llamaron la atención y, con esto, no digo
que me gustaron. Es que me sorprendieron por estar tan juntas y ser tan
diferentes. En el mismo edificio, aunque no sé si la vivienda pertenece a una
misma familia, me pone delante una pequeña reflexión basada en elucubraciones
arbitrarias.
Si, que mi imaginación se disparó. ¿para qué complicar lo
obvio?
Allí están y allí estarán hasta que el tiempo lo diga:
ventanas disímiles.
¿Por qué colocar esas rejas tan diferentes? Suponiendo que
pertenecen a la misma familia… tal vez colocaron una y, más tarde, al querer
poner la otra no encontraron el mismo modelo. Si son de familias diferentes,
quizás compitieron en quien ponía la más bonita. O tienen distinto criterio.
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Tomada en Nápoles, 2016 |
Y ¿Cómo se llevan entre ellas? Por fuerza tienen que verse, relacionarse,
sentirse a diario… ¿se mirarán con recelo, comparándose? O ¿es que las ventanas
de Nápoles, ciudad de reyes, son orgullosas y no les interesa qué se diga de
ellas?
Seguí paseando por calles napolitanas y no encontré tal
disimilitud en ninguna otra ventana. ¿Sería mi imaginación? No, estaban en la
fotografía que tomé al pasar. Volví a mirarlas una y otra vez.
No vi ningún crimen ni delito en que el arquitecto decidiera
tal desemejanza… sólo necesitaba dilucidar esta incógnita y, dado que mi
imaginación solo enredaba la realidad acudí a mi insulsa sensatez.
Es una pena que mi pensamiento lógico derrumbara mis
cavilaciones, mi fantasía alborotada, trayendo una solución analíticamente
razonable: al estar tan cerca y en ángulo de 90 grados, no entran dos rejas
abultadas o bien necesitan que, una de ellas, se abra por
seguridad. Fin de mi novelería “ventanuzca” … una simple solución práctica y
aburrida.
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