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No voy a nombrarte como cada año,
no diré tu nombre que es el nombre de mi herida abierta.
No habrá cicatriz capaz de cubrir
este dolor ni nadie que me abrace lo suficiente para dejar de sentirte cerca.
No habrá nombre para el
sufrimiento que me atenaza. No habrá ojos que miren con tu inocencia.
Tu ternura se ha disipado en el
viento que se llena de lamentos y no hay ninguna caricia que cierre la herida.
No he de llamarte por tu nombre, ése
que ya no lo llevas, es un nombre vacío.
No he de nombrar el vacío que
llenabas de dulzura y ni la reminiscencia de tu voz.
No hay nadie que pueda nombrarte
sin traer dolor a mi recuerdo y sin encauzar la tristeza de mi historia.
No hay cicatriz, no hay nombre,
solo este tajo abierto como ventana al abismo… que supura tu recuerdo y me
lleva a otra época.
Los girasoles se abrirán por tu
memoria y otro año pasará, con tu mirada a un costado de la ausencia.
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