Hace años ya, decidí que
mi vida iba a ser una aventura prolongada, así cada día abro mis ojos y decreto:
¡vamos a la aventura!
Pues a veces la aventura llega en forma obvia
y casi riesgosa -viajar a India de mochilera, subir una montaña en moto a los
63, reiniciar mis paseos en bici después de 30 años de no hacerlo, fabricar un
banco sin saber carpintería, etc.
Pero otras, la aventura es
diferente, más íntima y hasta más difícil: conquistar la paz diaria, la armonía
interior, la felicidad para mí y los que me rodean... es algo que se dice fácil
pero solo cuando se siente y se sabe conquistada uno ve los cadáveres de sus
auto-enemigos. Esos enemigos de la propia paz se los crea uno con la
complicidad de la sociedad, de la educación, de la formación académica,
películas, televisión, lo que nos llega por ojos y oídos... Unos enemigos que
hasta nos gustan, los queremos, estamos apegados a ellos, esa es la batalla que
decreto que, cada día debo ganarle a mi ego… y, a veces, lo logro. Otros me
knockea… aun así, vuelvo a levantarme y dándome ánimos me digo y les digo:
¡Que tengamos un bello y pacífico
día! ¡Vamos a la aventura!!!
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