viernes, 24 de junio de 2016

Ventana a Libertad sobrehumana

A veces me acuerdo de vos y… es raro, porque me sonrío cuando se espera que esté triste… y sí, también te extraño. Desde que partiste con rumbo indefinido, mi mundo quedó un poco desequilibrado, no puedo hacerme entender mis cuitas más profundas… y quiero que lo sepas, allá donde estés mi amiga admirada, que no te llamé para tu cumple ni para las Fiestas porque no me diste tiempo… y que, desde entonces, hay cosas sin sentido.

Aun así, me sonrío porque nuestra amistad tiene risas sin límites, recuerdos tiernos y también pícaros… como tus ojos que traspasaban cualquier verdad con una intuición sorprendente. Tus miradas son capítulo aparte: hechizabas a quien te propusieras y defenestrabas al más pintado en instantes o intensos segundos.
Nuestras largas caminatas son otro tema, cuántas imágenes de Buenos Aires nocturno vienen a visitarme con tu voz y tu brazo a mi lado.  Cuantas cervezas y charlas desfilaron por Corrientes, cuantas anécdotas dejamos en sus sillas y baldosas…

Te recuerdo…

Mi amiga corriendo por los pasillos, volcando los armarios repletos de ropa por el suelo, desparramando broches y moños, hasta lograr la impresión deseada, derrochando perfume, apretando sus bucles… saliendo en una ola de magnetismo a conquistar la noche de la ciudad, para volver llena de poesía.

Mi amiga despertando para reanudar pesadillas trotando sobre alfombras, apurar un jugo y arañar la vida que le quemaba por dentro.
Mi amiga clamando por una libertad inhumana, esa que habrá logrado ahora, en un más allá sin dolores ni conflictos.

Mi amiga y yo despidiéndonos en una curda porteña, cantando enlazadas, girando por el empedrado húmedo de aquella ciudad, descabezando obeliscos, riéndonos por no llorar y abrazándonos sin hablar…

Hoy Buenos Aires se quedó mudo a mi oído, sin tu palabra no entiendo nada. Mas sonrío… y sigo, porque sé que, de a ratos te asomas a esa ventana de libertad sobrehumana y, también a mí, me visitas.
Foto de fondo por Max Ivulich (Italia)

                                                        Mónica Ivulich

                                                           DR2016Fr.

martes, 21 de junio de 2016

Ventanas en Garmish (con fotos propias)


Tomada en junio 2016
Hace tiempo que no volvía a estas ventanas y hacerlo ha sido un renovado placer. Más aun, volver con mis nietos mayores a los que veo muy de vez en vez, aunque les sigo de cerca gracias a sus padres y a ellos ahora que crecieron.
La primera oportunidad en que vine fue con ellos mismos, Demian y Trinity, hace diez años. Hoy juntos por este fin de semana, para luego cada uno a su destino, conformamos una familia peculiar e internacional, unida por el afecto y separada por las circunstancias. El amor es nuestro invitado permanente en estas reuniones.
Me encanta ver la conexión que mi hijo tiene con mis nietos, la ternura, el entendimiento, el respeto mutuo y la felicidad de pasar tiempo juntos. También es reconfortante ver cómo se van adueñando de sus destinos en distintas etapas de su crecimiento, mi hijo en la plenitud de su vida, su hijo mayor comenzando a pisar un destino que el ya ve más claro, la niña empezando a elegir el suyo.
Pero Garmish es especial de por sí, su hotel espléndido enclavado en un paisaje magnífico, el desayuno desbordante, los restaurantes con decoraciones típicas, shows folclóricos y una comida deliciosa, (nunca he podido hacer los espárragos como estos chefs) en aldeas tan pintorescas y artísticas, ah y, por cierto: ¡sus ventanas!
Más allá de su arquitectura, ya clásica en la campiña germánica, en Baviera el estilo tirolés se despliega con todo su encanto. Balconcitos de madera con flores multicolores, torrecillas y decoraciones pictóricas pueden apreciarse por doquier.
Claro que me gusta explorar lugares nuevos, sin embargo, es bueno volver a entornos donde el buen gusto y la amabilidad es parte de unas vacaciones de placer asegurado.
Vine varias veces a Garmish, con diferentes nietos y en diferentes etapas de mi vida, con sol de verano o con nieve, siempre es un deleite visual que se mezcla con sabores especiales y con el invaluable aroma a familia adherido a sus ventanas.

¡Gracias! Es lo que el corazón late al pensar en estos días por tan bellas ventanas de tres generaciones de Ivulichs y de Garmish…


Mónica Ivulich
DR2016It.
Fotos propias tomadas en Garmish, 2016

      

martes, 7 de junio de 2016

Entusiasmo en mi ventana

Hoy mi despertador se durmió y me levanté unos minutos tarde. Al salir de mi cuarto me alarmé, las niñas ya vestidas y Tasha moviéndose, excitada, de aquí para allá.
San Francisco,by Brandon Doran

Cuando bajé a la cocina la noté su uniforme nuevo de football (soccer), con su nombre en la espalda y recordé que hoy era el día en que se reuniría con el equipo inglés (que viene a entrenar a Chantilly para la Eurocopa) y veinte niños que fueron elegidos por saber jugar ese deporte, pasarán la mañana en una cancha con estos campeones británicos.

- ¡Vaya! -pensé- despertarse media hora antes, desayunar, preparar su agua, su bocadillo por sí sola y todo con una sonrisa… ¡qué pasión!

Transmitía felicidad. Su emoción era contagiosa.

En algún lugar me identifiqué con ella, no por ese deporte ciertamente, pero sí en lo de la pasión.

Es un aspecto casi imperceptible en mi personalidad tranquila, pero lo que he hecho lo hice con pasión.

También he estado a punto de dejarme llevar por algún entusiasmo desbordado y sé que puede ser peligroso.

Pero ese riesgo, en sí mismo, es más interesante que vivir en la chatura emocional.

Vivir con motivación, por momentos muy fuerte, es algo dificultoso de lograr y luego de manejar pues, en ocasiones, llega sin que uno se lo proponga, sin aviso previo. Muchas veces, es tan fuerte que sentimos que nos estalla por dentro, nos rebasa y enloquece… también que nos acerca a la grandeza.

Es lo que nos da valor como seres vivos y humanos. El mito griego dice: “Eros, el dios del amor, se levantó para crear la tierra. Antes, todo era silencio, desnudo e inmóvil. Ahora todo es vida, alegría, movimiento"

La pasión es la brisa que mueve velas con peligro de convertirse en vendaval. Si no se le da curso amenaza con un tornado interno.

Y la vi, desde la ventana pasional, alejarse rumbo a su día glorioso.  Compartí su alegría, mi corazón la siguió aún después que el auto dobló la esquina.

Y hasta ahora la veo saltar de alegría por mi ventana pasional que se abrió de par en par para que mi emoción salte y se escape en esta mañana a puro sol. ¡Go girl go!

                                                                        Mónica Ivulich
                                                                                                      DR2016Fr

(Para los que pondrán un “pero” a mi palabrerío sobre la pasión extraje esto de Servicios Koinonía, de internet:
“Si la razón reprime la pasión, triunfa la rigidez, la tiranía del orden y la ética utilitaria. Si la pasión prescinde de la razón, se impone el delirio de las pulsiones y la ética hedonista, del puro placer. Pero si prevalece la justa medida y la pasión se sirve de la razón para un auto-desarrollo medido, entonces surgen las dos fuerzas que sostienen una ética humanitaria: la ternura y el vigor. La ternura es el cuidado con el otro, el gesto amoroso que protege. El vigor es la contención sin la dominación, la dirección sin la intolerancia.”)